La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

incite a ocuparse de sí mismos y de su propia virtud. A menos que los dioses sientan, por ios propios atenienses, una inquietud suficientemente grande para enviarles un remplazante de Sócrates que les recuerde sin cesar que deben preo­ cuparse por s í mismos.^® Por último, el tercer pasaje: en 36b-c, a propósito de la pena que corresponde. Según las formas jurídicas tradicionales,^' Sócrates propone la pena a la que aceptaría someterse si fuera condenado. Éste es enton­ ces el texto: ¿Qué tratamiento, qué multa he merecido por haber creído que debía renunciar a una vida tranquila y descuidar aquello por lo que la mayoría de los hombres se empeña, fortuna, interés privado, mandos militares, éxito en la tribuna, magis­ traturas, coaliciones, facciones políticas? ¿Por haberme convencido de que con mis escrúpulos me perdería si me internaba en ese camino? ¿Por no haber queri­ do comprometerme en lo que no hubiese sido de ningún provecho ni para vo­ sotros ni para mí? ¿Por haber preferido hacer a cada uno de vosotros en particu­ lar el que considero el mayor de los servicios, tratar de persuadirlo de preocuparse [epimeletheie] menos por sus posesiones que por su propia persona, para llegar a ser lo más excelente y razonable posible y pensar menos en las cosas de la ciudad que en la ciudad misma; en suma, aplicar a todo esos mismos prin­ cipios? ¿Qué merezco, pregunto, por haberme comportado así [y haberos incita­ do a ocuparos de vosotros mismos? Ninguna punición, desde luego, ningún castigo, sino: M. F.] un buen tratamiento, atenienses, si queremos ser justos.“^ Por el momento me quedo ahí. Sólo quería señalarles estos pasajes en los cuales Sócrates se presenta en esencia como la persona que incita a los demás a ocu­ parse de sí mismos, y les ruego que tomen nota simplemente de tres o cuatro cosas que son importantes. En primer lugar, esa actividad consistente en incitar Foucault se refiere aquí a todo un desarrollo que va desde 31a hasta 31c (ibíd., pp. 138-159). En 35e-37a, Sócrates, que acaba de enterarse de su condena a muerte, propone una sentencia sustituta. En efecto, en el tipo de proceso al que está sometido, la ley no fija ninguna pena: to­ ca a los jueces establecerla. La pena solicitada por los acusadores (e indicada en el acta misma de acusación) era la muerte, y los jueces acaban de declarar a Sócrates culpable de los perjuicios que se le reprochan y, por lo tanto, susceptible de sufrirla. Pero en ese momento del proceso, Sócrates, declarado culpable, debe proponer una pena sustituta. Sólo a continuación están obli­ gados los jueces a fijar un castigo al acusado, a partir de las propuestas penales de las dos partes. Se encontrarán más detalles en C . Mossé, Le Procès de Socrate, Bruselas, Complexe, 1996, así como en la larga Introducción de !.. Brisson a su edición de la Apologie de Socrate, París, Gar- nier-Flammarion, 1997. Platón, Apologie de Socrate, 36c-d, en ob. cit., pp. 165-166.

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