La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

principio del “conócete a ti m ismo” y haber sido el soporte de todo un conjunto extremadamente rico y denso de nociones, prácticas, maneras de ser, formas de existencia, etcétera? ¿Por qué ese privilegio, por nuestra parte, del gnothi seauton a expensas de la inquietud de sí mismo? Bueno, lo que voy a esbozar es, desde luego, hipótesis, con muchos signos de interrogación y puntos suspensivos. Com o primerísima aproximación, y de una manera completamente superfi­ cial, creo que podríamos decir esto, que no va sin duda al fondo de las cosas pero que tal vez deba tenerse en cuenta: para nosotros hay evidentemente algo un poco perturbador en ese principio de la inquietud de sí. En efecto, podrán advertir que con el recorrido de los textos, de las diferentes formas de filosofía, las diferentes formas de ejercicios, de prácticas filosóficas o espirituales, pues bien, ese principio de la inquietud de sí se formuló, se acuñó en coda una serie de fórmulas como “ocuparse de sí m ismo” , “cuidar de sí” , “retirarse hacia sí mis­ mo” , “retrotraerse en sí mismo” , “complacerse en sí m ismo” , “no buscar otra voluptuosidad que la que hay en uno m ismo” , “permanecer en compañía de sí m ismo” , “ser am igo de sí m ismo” , “estar en sí m ismo como en una fortaleza” , “cuidarse” o “rendirse culto” , “respetarse” , etcétera. Ahora bien, como ustedes saben, hay cierta tradición (o quizá varias) que nos hace desistir (a nosotros, ahora, hoy) de dar a todas esas formulaciones, a todos esos preceptos y reglas, un valor positivo y, en especial, de hacer de ellos el fundamento de una moral. Todas esas exhortaciones a exaltarse, a rendirse culto, a replegarse en sí mismo, a ser útil a uno mismo, ¿cómo nos suenan? O bien como una especie de desafío y bravata, una voluntad de ruptura ética, una suerte de dandismo moral, la afirmación desafiante de un estadio estético e individual insuperable,“*^ o bien como la expresión un poco melancólica y triste de un repliegue del individuo, incapaz de sostener, ante su mirada, entre sus manos, para sí mismo, una moral colectiva (por ejemplo, la de la ciudad) y que, frente a la dislocación de esta mo­ ral colectiva, ya no tendría en lo sucesivo más que ocuparse de sí mismo."^^ Por En el “dandismo moral” hay que idencificar una referencia a Baudelaire ( c f las páginas de Fou­ cault sobre “la actitud de modernidad” y el ethos baudeiaireano en Dits et Écrits, ob. cit., IV, núm. 339 , pp. 568-571), y eñ el “estadio estético” , una alusión clara al tríptico existencia] de Kierkegaard (estadio estético, ético, religioso), en el cual la esfera estética (encarnada por el Ju ­ dío Errante, Fausto y Don Juan) es la del individuo que, en una búsqueda indefinida, agota los instantes como otros tantos átomos precarios de placer (la ironía permitirá el paso a la ética). Foucault fue un gran lector de Kierkegaard, si bien no lo mencionó prácticamente nunca; sin embargo, este autor tuvo para él una importancia tan secreta como decisiva. Esta tesis del filósofo helenístico y romano que ya no sabe, en las nuevas condiciones sociopoií- ticas, cómo desplegar libremente su acción moral y política (como si la ciudad griega hubiese

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