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Desde tiempos prehispánicos de acuerdo a la evidencia etnohistórica y antropológica, se

conoce que el pueblo Mapuche posee una cosmovisión compleja en que se establecen relaciones

vitales con el medio ambiente de reciprocidad y respeto. Parte de esta cosmovisión considera el

respeto por el pasado, los elementos que nos conectan con él y aquellas concepciones que

permanecen activas culturalmente, como lo son las ideas de equilibrio entre paisajes

socioculturales y naturaleza, que son imprescindibles para el desarrollo cultural pleno de un grupo

humano.

Algunos autores plantean que, en la actualidad, debido al impacto recibido por la ocupación

del Gulumapu se ha perdido la sustentabilidad en el territorio, que era la base de la sociedad y de

la condición simbiótica natural-cultural entre el mapuche y su entorno (López et al., 2017). Lo que

explica como en otros casos, contrarios al primero, se ha perdido ese respeto e incluso se incurre

actos que atentan contra las propias normas culturales. Esto como resultado de la invasión de un

territorio que culturalmente poseía ciertos principios que fueron coartados por acciones

irresponsables del sistema en que nos encontramos insertos, que invade la vida tradicional,

perdiendo prácticas y conocimiento cultural ancestral.

Asimismo, el patrimonio arqueológico es altamente respetado como elemento portador de

valores de nuestro pasado que contribuyen a la reivindicación cultural y territorial de los pueblos

indíge nas. También en contra posición, se le cataloga como un elemento “problematizador” para

los objetivos del progreso capitalista.

El patrimonio arqueológico más allá de ser concreto y material, es contenedor de aspectos

inmateriales, que evocan al pasado de nuestras raíces y se conectan a algunos otros elementos

residuales de aquel pasado que se pudieron conservar hasta el presente. En otras palabras, los restos

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