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como consecuencia una condición más estable en las laderas (Suarez, 2009). En gran parte

de la zona costera fue posible observar, sobre este depósito sedimentario, una capa de suelo

residual arcilloso (caso Cerro Maule), y también, de manera intercalada a los depósitos

sedimentarios, se identificaron capas de arcillas, especialmente en la base (caso Boca Budi).

Esto es semejante a lo obtenido en el perfil de resistividad en Cerro Maule, donde se

identificaron cuerpos de mayor resistividad (Figura 56), pudiendo asociarlas a depósitos

sedimentarios, siendo este caso areniscas finas, y cuerpos de menor resistividad, asociándolas

a capas altamente hidratadas, pudiendo asociarlas a una capa impermeable de arcilla

(Castrechini, 2019), que estaría generando un efecto “tapón”, y por ende, un reservorio de

agua.

Los minerales de arcillas que se obtuvieron en el acantilado costero corresponden a

montmorillonita, paligorskita, illita, caolinita y halloysita, representando un 41% de estos

minerales en esta zona (versus el 59% que representan los minerales no arcillosos),

destacando entre las arcillas la montmorillonita con un 62,9% y la paligorskita, con un 22,1%.

Algunos de estos minerales, producto de interacciones fisicoquímicas, presentan cambios en

su estructura interna, generando propiedades que podrían ocasionar problemas de estabilidad

en las laderas (Suárez, 2009). La montmorillonita es un mineral capaz de expandirse al estar

en contacto con agua, generando situaciones potenciales de inestabilidad, como lo explica

Jian et al. (2009), al estudiar los suelos del deslizamiento ocurrido en Whanzou, China, que

presentaban estas arcillas con potencial expansivo, donde al infiltrarse el agua lluvia en estas

arcillas, el material se expandió generando presión en los poros, ocasionando una baja

resistencia de corte, desencadenando el deslizamiento. Por otro lado, la illita presenta una

estructura interna más estable que la montmorillonita, presentando una expansividad menor

(Juárez, 2005). Sin embargo, si la illita se encuentra intercalada con montmorillonita, podría

generar un efecto expansivo en conjunto, y por consecuencia inestabilidad en los suelos,

como lo describen Yalcin (2007) y Zhang et al. (2016) al estudiar deslizamientos, definiendo

a la illita y a la montmorillonita como minerales que juntos presentan baja resistencia al corte

y alta capacidad expansiva, siendo más propensos los problemas de deslizamientos como

producto de la infiltración de agua lluvia en las capas.

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