TTE92
Monitoreo de gases volcánicos: análisis de emisiones de dióxido de azufre…
2.4 Actividad eruptiva histórica
Los primeros registros de actividad eruptiva del volcán Láscar corresponden a
observaciones realizadas a distancia por el naturalista alemán Rodolfo Philippi en su viaje
por el desierto de Atacama en 1848, donde la actividad volcánica es reconocida por una
columna fumarólica sobre el cráter (Casertano & Barozzi, 1961). Posteriormente, durante la
década de los 80’, el Láscar intensifica notablemente su frecuencia eruptiva, registrando a
partir de 1984 una serie de eventos efusivos y explosivos, entre los que se destacan cuatro
ciclos de crecimiento y subsidencia de domos, desgasificación de 2.300±1.120 t/d de SO 2 en
1989 y erupciones explosivas (Matthews et al., 1997).
En abril de 1993, luego de la subsidencia de un domo ubicado en el cráter activo, ocurre
la erupción más grande registrada en el Láscar (Figura 4a). Esta erupción corresponde a un evento subpliniano en la que cerca de 0,1 km 3 de material volcánico, acompañado de
abundante actividad sísmica, y caracterizada por el desarrollo de una columna eruptiva
fluctuante que superó los 18 km de altura (Thomas et al., 2009). Entre los productos de esta
erupción destacan la emisión de 400 k/t de SO 2, los flujos piroclásticos originados a partir
del colapso de esta columna eruptiva, flujos de detritos y la extensa pluma que fue desplazada
por los vientos en dirección E-SE que abarcó grandes extensiones en el NW argentino y la
costa atlántica (Gardeweg & Medina, 1994; Gardeweg et al., 2011; Matthews et al., 1997).
El material eyectado en este período generó depósitos de gran espesor en el flanco
oriental del volcán, los que se componen de fragmentos juveniles vesiculares de diversos
tamaños y fragmentos líticos provenientes del domo anteriormente formado. Por otra parte,
al SE del cráter se han observado además grandes bloques eyectados balísticamente, los que
alcanzaron una distancia máxima de 5 km en trayectoria dirigida (Gardeweg & Medina,
1994).
Finalmente, como resultado de la depositación sucesiva de flujos piroclásticos
originados en la base de la columna eruptiva, se formó una ignimbrita de menor volumen,
caracterizada por su alto contenido de fragmentos pumíceos, escoriáceos y bandeados
(Gardeweg & Medina, 1994).
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