TTE92
Monitoreo de gases volcánicos: análisis de emisiones de dióxido de azufre…
3.1.2 Manifestaciones superficiales
Una vez que los gases volcánicos se liberan a la superficie, pueden manifestarse según el
estado de actividad del sistema volcánico: pasivo o explosivo. Las emisiones volcánicas
pasivas o no eruptivas corresponden a descargas de flujo de gas proveniente de grietas,
respiraderos discretos y fuentes termales, cuyos componentes se derivan, en proporciones
variables, del magma, la corteza y las aguas subterráneas de diversas procedencias. Cuando
en estas emisiones predomina la fase gaseosa, se suele aplicar el término fumarola, de modo
que las temperaturas suelen superar el punto de ebullición local (Oppenheimer et al., 2013).
Por otra parte, las emisiones volcánicas eruptivas se generan cuando el magma alcanza
la superficie y libera gases directamente a la atmosfera. De esta forma, los conductos rellenos
de magma (a menudo denominados respiraderos abiertos, los lagos de lava y los domos de
lava) pueden descargar altos flujos de volátiles magmáticos (H 2 O, CO 2 , SO 2 , H 2 S, HCl y
HF) (Delmelle & Stix, 2000;Oppenheimer et al., 2013). Particularmente, existe un gran
interés en las emisiones volcánicas de compuestos de azufre, ya que corresponde a una de las
evidencias más concretas para identificar la dinámica de ascenso del magma (Schmincke,
2004).
Dentro de las particularidades de este tipo de emisiones gaseosas, se ha observado que
los compuestos de azufre puede residir un período de tiempo suficientemente largo en la
atmósfera, lo que genera grandes perturbaciones estratosféricas (Arellano et al., 2021). Un
ejemplo de lo anterior es lo ocurrido durante la erupción del Monte St. Helens en 1980, cuya
pluma presentaban poco SO 2 , por lo tanto, los efectos climáticos o químicos fueron
imperceptibles. Sin embargo, la pluma desarrollada en la erupción del Monte Pinatubo en
1991 enfrió la tropósfera, provocó un calentamiento estratosférico, alteró los patrones de
circulación estratosférica global y generó una reducción de aproximadamente un 20% en los
niveles de ozono antártico (McCormick et al., 1995).
22
Made with FlippingBook Online newsletter creator