Gobernanza ambiental

Andrés Muñoz-Pedreros

(ENB, 2010; ICTSD, 2010). En este contexto es poco probable que los componentes de cumplimiento del protocolo contribuyan signi ficativamente a la implementación del objetivo de la participación justa y equitativa en los beneficios, por lo tanto, el protocolo está muy por debajo de las demandas que los países proveedores han estado expresando durante más de una década (Rabitz, 2015). Se puede dividir un territorio en cuatro grandes ecosistemas: (a) los ecosistemas protectores, sin función productiva directa de bienes, pero sí de servicios ecosistémicos, como los bosques o los humedales, que son reservas genéticas, regulan el ciclo del agua, fauna silvestre, paisaje, etcétera; (b) los ecosistemas productores, como los agroecosistemas, que aportan la producción agrícola, pe cuaria, forestal, pesquera y acuícola; (c) los ecosistemas difusos, que por falta de planificación no tienen un uso ni rol definido; y (d) los ecosistemas urbanos, que albergan la actividad de los sectores secun darios y terciarios. Se han focalizado los esfuerzos de conservación de la biodiversidad en los primeros sistemas, sin embargo, ya no es aceptable radicar estas iniciativas solo en ecosistemas contenidos, por ejemplo, en áreas silvestres protegidas, porque terminan siendo bolsones de conservación, desconectados, poco representativos y ecológicamente poco viables. Se debe abrir la conservación a todo el territorio nacional (Sepúlveda y Villarroel, 1995) y para ello hay que considerar los agroecosistemas (Muñoz-Sáez et al. , 2017), las concesiones marinas, las zonas de pesca, es decir, permear los sistemas productivos con estrategias y técnicas de manejo para mitigar los im pactos negativos y recuperar la biodiversidad perdida o amenazada. El sistema urbano contiene poca superficie de fragmentos de vegetación original e incluso de áreas verdes artificiales, generándose una drástica modificación de las comunidades faunísticas con una disminución de la abundancia y diversidad original. Sin embargo, las áreas verdes, incluyendo los fragmentos originales, pueden contribuir a la conservación de la biodiversidad, mejorando el funcionamiento de estos sistemas artificiales (Chase y Walsh, 2006; Fontana et al. , c. Incluir todo el territorio nacional

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