Gobernanza ambiental

Gobernanza y biodiversidad

Finalmente, las ONG que sobreviven son un actor incierto en este contexto de jóvenes posmodernos con poco interés por el trabajo solidario de las ONG, de gobiernos que siguen mirando con desdén, cuando no con rechazo, a estas organizaciones, y fuentes de finan ciamiento minúsculos y de corto plazo.

c. Desde la sociedad civil

La participación ciudadana está contemplada en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), pero, para que cristalice una cultura participativa y una participación ciudadana efectiva y extendida, deben concurrir al menos cuatro elementos (sensu Sheperd y Bowler, 1997): (a) constituir una conducta apropiada en procesos de toma de decisiones de gobiernos democráticos; (b) asegurar la compatibilidad de los proyectos con las necesidades de los ciudadanos; (c) los proyectos son más legítimos y menos hostiles si las partes potencialmente afectadas pueden influir en el proceso de toma de decisiones; y (d) la decisión final mejora al incluir el conocimiento local y sus valores, y cuando el conocimiento de los expertos es examinado públicamente. Pero esta participación en el SEIA actualmente está orientada a la validación de acciones más que a la participación en la toma de decisiones (Jorquera-Jaramillo et al. , 2012); para que la participación de la sociedad civil sea real en la conservación de la biodiversidad, debe haber oportunidades de participación, responsabilidad y transparencia, inclusión amplia, metodologías adecuadas, continuidad y retroalimentación, junto a un financiamiento adecuado; la información científica aportada por las universidades debe ser expuesta en un lenguaje comprensible y sencillo (Jorquera-Jaramillo et al. , 2012). Existen muchas formas en que los ciudadanos puedan sumarse a la gobernanza de la biodiversidad. Abordaré solo dos: las áreas silvestres privadas y la ciencia ciudadana. Las Áreas Silvestres Protegidas Privada (ASPP) son una gran oportunidad de conservación de la biodiversidad. En 1997 el CO DEFF organizó la Red de Áreas Protegidas Privadas (RAPP) y una década más tarde ya eran 290 áreas silvestres que representaban el

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