La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

individuo, en tanto ciudadano, etcétera? Esta pregunta {“ ¿Cómo hacer para vi­ vir como conviene?”) será cada vez más idéntica a la cuestión, o va a ser cada vez más claramente absorbida por la cuestión: “ ¿Cómo hacer para que el yo se convierta en lo que debe ser y siga siéndolo?” . Lo cual, naturalmente, va a oca­ sionar una serie de consecuencias. Ante todo la absorción, desde luego, cada vez más pronunciada durante ia época helenística y romana, de la filosofía, como pensamiento de la verdad, en la espiritualidad, como transformación del modo de ser del sujeto por sí mismo. Con el crecimiento, claro, del tema catártico. Y además, si lo prefieren: la aparición o el desarrollo de ese problema del que les hablaré hoy y la vez que viene, que es el problema fundamental de la con­ versión (de la metanoia). Ahora, la tekhne ton biou (el arte de vivir) va a girar cada vez más en torno de la cuestión: ¿cómo debo transformar mi propio yo para ser capaz de acceder a la verdad? De allí también se deduce, como lo comprende­ rán, el hecho de que la espiritualidad cristiana, cuando se desarrolle en su forma más rigurosa, a partir de los siglos III y IV, en el ascetismo y el monaquismo, pueda presentarse con toda naturalidad como el cumplimiento de una filosofía antigua, de una filosofía pagana que ya estaba, a raíz de ese movimiento que acabo de indicarles, íntegramente dom inada por el tema de la catártica o el de la conversión y la metanoia. La vida de ascesis, la vida monástica, será la verda­ dera filosofía: el monasterio será la verdadera escuela de filosofía: cosa que está, reiterémoslo, en línea directa con una tekhne tou biou que se había convertido en un arte de sí m ismo.' Pero al margen de esta evolución global y de largo alcance de la filosofía, creo que también hay que decir que esa autofinalización de sí en la inquietud de sí no tuvo simplemente consecuencias en la filosofía. Me parece que se las puede señalar con facilidad no sólo a través de la literatura sino de cierta canti­ dad de prácticas atestiguadas por la historia y diferentes documentos. Me pare­ ce que esa autofinalización de sí tuvo efectos más amplios que afectan toda una serie de prácticas, toda una serie de formas de vida, modos de experiencia de los individuos sobre sí mismos y por s í mismos, modos de experiencia que, sin duda, no fueron universales, pero que, de todos modos, tuvieron una gran [di­ fusión]. Creo que podemos decir, apoyándonos desde luego en la palabra que voy a emplear, poniéndola entre muchas comillas, comillas irónicas, que a partir

Aquí, el manuscrito aclara: “D e allí, por fin, que la filosofía occidental pueda leerse en toda su historia como la lenta separación de la cuestión: ¿cómo, en qué condiciones se puede pensar la verdad?, con respecto a esta otra cuestión: ¿cómo, a qué precio, por medio de que procedimien­ to, hay que cambiar el modo de ser dcl sujeto para que tenga acceso a la verdad?” .

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