La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

de Alejandría.^ Quiero tomar este periodo porque me parece una verdadera edad de oro en la historia de la inquietud de sí, entendida ésta a la vez como no­ ción y como práctica e institución. ¿Cómo podríamos caracterizar brevemente esta edad de oro? Se acordarán de que en el Alcibíades, me parece, había tres condiciones que determinaban a la vez la razón de ser y la forma de la inquietud de sí. Una de esas condiciones concernía a su campo de aplicación: ¿quién debe ocuparse de sí mismo? Al respecto, el texto del Alcibíades era muy claro: quienes deben ocupar­ se de sí mismos son los jóvenes aristócratas destinados a ejercer el poder. Está claro en el Alcibíades. N o digo en absoluto que lo encontremos en los otros tex­ tos de Platón, ni siquiera en los otros diálogos socráticos, pero en fin, en ese texto, es Alcibíades en cuanto joven aristócrata, quien, por ley, deberá dirigir al­ gún día la ciudad, y la gente de su clase quienes deben ocuparse de sí mismos. En segundo lugar, segunda determinación evidentemente ligada a la primera, la inquietud de sí tiene un objetivo, una justificación precisa: se trata de ocuparse de sí mismo a fin de poder ejercer, como es debido, razonable y virtuosamente, el poder al cual uno está destinado. Por último, la tercera limitación, que apare­ ce con toda claridad al final del diálogo, es que la forma fundamental, si no ex­ clusiva, de la inquietud de sí es el autoconocimiento: ocuparse de sí m ismo es conocerse. Ahora bien, creo que podemos decir, también en este caso en un so­ brevuelo esquemático, que resulta manifiesto que esas tres condiciones se han esfumado cuando nos situamos en la época de la que les hablo, vale decir, los siglos 1 y II d .C . Cuando digo que se esfumaron, no me refiero en absoluto —y esto querría subrayarlo de una vez por todas- a que lo hicieron en ese momento y que en ese periodo de instauración del Imperio sucedió algo brutal y repentino que hizo que la inquietud de sí, de improviso y de una sola vez, asumiera nuevas ^ Musünio Rufo, cuyas predicaciones morales son conocidas gracias a que Estobeo las conservó en su Fiorile^o, es un caballero romano de origen toscano que lleva una existencia de cínico y cuya enseñanza domina en Roma al principio del reino de los Flavios. Epicteto, que siguió sus clases, conserva un recuerdo muy vivo de él y lo evoca con frecuencia en sus Pláticas. Musonio Rufo es conocido sobre todo por sus sermones, referidos a prácticas de la existencia concreta (cómo comer, vestirse, dormir, etcétera). Foucault apela en abundancia a sus imprecaciones sobre el matrimonio en la Histoire de la sexualité {L t Souci de soi, ob. cit., pp. 177-180, 187-188, 197-198 y 201-202). Marco Aurelio, nacido en 121, sucede a Adriano en 138. AI parecer, re­ dactó las Meditaciones al final de su vida (al menos a partir de la década de 170). Muere en 180. I j primera gran obra de Tertuliano (alrededor de 155-225), Et apologético, data de 197. Por úl­ timo. Clemente de Alejandría (alrededor de 150-220) escribe sus tratados de dirección (la trilogía compuesta por Protréptico, E lpedagogo y Stromata) a principios del siglo III.

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