La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
formas. En realidad, esas diferenres condiciones puestas en el Alcibíades a la práctica de la inquietud de sí desaparecieron finalmente al cabo de una muy larga evolución, que ya puede advertirse dentro de la propia obra de Platón. Ya sensible en Platón, entonces, esta evolución prosiguió a lo largo de toda la época helenística, en gran parte bajo el efecto de las filosofías cínica, epicúrea y estoica que se presentaron como artes de vivir y actuaron como su elemento portador. Lo cierto es que en la época en que querría situarme, ias tres determinaciones (o condiciones) que caracterizaban en el Alcibíades la necesidad de preocuparse por sí mismo habían desaparecido. En todo caso, a primera vista parece indu dable que ya no existían. En primer lugar, la preocupación por sí mismo se convirtió en un principio general e incondicional, un imperativo impuesto a todos, todo el tiempo y sin condición de estatus. En segundo lugar, la preocupación por sí misnio parece no tener ya por razón de ser una actividad bien específica, la consistente en go bernar a los otros. Al parecer, su fin último no es ese objeto particular y privile giado que es la ciudad; si ahora uno se ocupa de sí mismo, lo hace para sí y se erige como fin. Digamos, adem is, lo siguiente: en el análisis del Alcibíades, para esquematizar, el sí mismo - y en este aspecto el texto era muy claro, porque en él se reiteraba varias veces esta pregunta: ¿Cuál es ese sí m ismo del que hay que ocuparse, cuál es ese yo del que debo ocuparme?—se definía, con mucha clari dad, como el objeto de la inquietud de sí, y era preciso interrogarse sobre la na turaleza de ese objeto. Pero el fin de esa inquietud de sí, que no era el objeto, era otra cosa: la ciudad. Desde luego, en la medida en que forma parte de la ciudad, también quien gobierna es, en cierto modo, el fin de su propia inquie tud de sí, y en los textos del periodo clásico se encuentra a menudo la idea de que el gobernante debe consagrarse a gobernar como es debido para salvarse él mismo y salvar la ciudad: él mismo en cuanto forma parte de la ciudad. Pero podemos decir que en la inquietud de sí dcl tipo de Alcibíades, teníamos una estructura un poco compleja, en la cual el objeto de la inquietud era sin duda el yo pero su fin era la ciudad, donde volvía a encontrarse ese yo pero simple mente en concepto de elemento. La ciudad mediatizaba la relación de sí consi go y hacía que ei yo pudiera ser tanto objeto como fin, pero sólo era fin porque gozaba de esta mediación de la ciudad. Ahora creo que podemos decir - y trata ré de mostrarles- que en la inquietud de sí tal como se desarrolló en la cultura neoclásica de la expansión de la edad de oro imperial, en esa forma, el yo apare ce como el objeto por el cual uno se desvela, la cosa por la que hay que preocu parse y también -e sto es cap ital- como el fin que se tiene en vista cuando uno se preocupa por sí mismo. ¿Por qué uno se preocupa por sí mismo? N o por la
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