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“Nadie ha muerto, pero todos han muerto. Rostros desconocidos se asoman a los
espejos. Otros conducen hacia otros pueblos nuestros coches. Yo miro un huerto
cuyos frutos recuerdo” (Teillier; 1978: 25).
La poesía lárica es un habitar mítico de los lugares natales, una vuelta a la tierra
como nutrimiento de lo creado, un recuperar el paraíso perdido por medio de una
intrahistoria, con un tiempo cíclico y nostálgico. Poesía que se forma en el mundo
inmemorial y trascendente de la casa y la aldea natal, en el dominio de los sueños
y los recuerdos, en la recreación de la memoria “trascendiendo lo cotidiano,
utilizando lo cotidiano” ; poesía buscadora de alimentos terrestres e iluminadora
de lo humano, que a través del lenguaje de lo cotidiano y de la infancia donde se
recrean los sentidos y se admiran las maravillas del mundo, de las cosas simples
y familiares.
Nos narra una intrahistoria con un paisaje lárico que el poeta devela por medio
de un tiempo mítico en cual se conserva la memoria, la imagen y tiempo de un
lugar, un contexto y una época, una poesía vivenciada.
Fotografía 23, Jorge Teillier junto a Raúl Ruiz, Juan Guzmán Paredes y
Sebastián Teillier.
Fuente: Jorge Aravena Llanca. Archivo del Escritor. Biblioteca Nacional
Digital de Chile
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