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desplego en el quehacer investigativo, en un periodo limitado de tiempo, con

objetivos y metas bien claras y delimitadas, por ejemplo, sobre el objeto de

estudio (la casa), y en las acciones a desarrollar (investigar en la poesía y hacer

entrevistas), para un fin concreto (dar cuerpo al expediente, para declarar la casa

como patrimonio).

Por lo que, al vincularme a este equipo tuve que saber responder tanto a la OTRA

como a diversos agentes sociales, de la mejor manera posible, desarrollando un

trabajo y resultado (producto) de la calidad y rigurosidad científica

antropológica, a modo, no solo de poder posicionarme y responder de buena

manera a los agentes sociales que esperaban un resultado de mi quehacer

antropológico, sino también, a modo de poder desplegar una antropología de

calidad, un trabajo hecho a conciencia, desarrollado para que las distintas

personas que los solicitaban se empapen de una buena experiencia (de un querer

ver otro trabajo así), tanto de la antropología y su quehacer aplicado. Tal cual,

como aquel panadero, que cocina con cariño y hace un rico producto en calidad

y sabor, con el que es tan apreciado su pan y la gente vuelve a comprarle, comenta

y hace propaganda a su producto.

4.3. Algunas reflexiones sobre la antropología, la vida y el enfoque simbólico

En relación a mi experiencia de práctica profesional y laboral en la OTRA, los

aportes y colaboración que pude realizar desde el desempeño de la antropología,

se basaron en el valor simbólico y evocativo de la casa.

El hecho de resaltar el aspecto simbólico de la casa y de mi labor como

antropólogo, no se debe a que la antropología sea una disciplina simbólica, ni

porque a mí se me haya ocurrido ser un antropólogo simbólico, bien como es

sabido en el ámbito disciplinar, el antropólogo es un profesional capacitado para

desplegarse en distintas áreas sociales y campos laborales, siendo que durante

mis años académicos en la Universidad Católica de Temuco, mi formación contó

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