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una visión política y paradigmática en que sus pretensiones son la extensión del dominio territorial
para la unificación de un Estado Nacional.
Podemos observar las transformaciones del proceso en que se materializó un imaginario
construido por el Estado Chileno para el territorio de La Araucanía, mediante el análisis crítico de
los mapas como un elemento que no solo muestra un espacio, sino que representa también las ideas
que se tienen sobre él. Los mapas no solo son artefactos neutros, que simplemente representan
cierta realidad, también “son dispositivos de poder, intervención, contendores de proyectos
políticos, militares, económicos” (Flores & Azócar, 20 17, p. 2).
Flores y Azócar (2017) estudian la representación cartográfica de La Araucanía, por parte
del Estado de Chile en el siglo XIX, mencionando que se pueden distinguir tres momentos en el
periodo que estudian: primero, cartografías efectuadas por naturalistas, enfocadas en la
exploración del territorio; segundo, cartografías producidas por militares, con vistas en la
planeación estratégica de acciones militares para toma del territorio; tercera, cartografías
construidas por los “ingenieros” con obje tivo en la intensificación del proceso de ocupación y
transformación del territorio de La Araucanía, luego de la derrota indígena.
A partir de la primera mitad del siglo XIX se comienza a gestar la exploración, del espacio
en cuestión, produciéndose en el año 1936 un momento de inflexión, debido a que se explicita y
representa gráficamente una racionalización de lo que debería ser el territorio nacional. La
incorporación de los territorios de La Araucanía en mapas de Claudio Gay como el “Borrador de
Chile ” de 1836 y “Mapa para la inteligencia de la Historia física y política de Chile” de 1854,
cuando aún no se habían logrado ocupar por los chilenos y se mantenían como territorios en
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