Gobernanza ambiental

P. Gutiérrez, N. Cabrera, K. Hermosilla y V. Huiliñir-Curío

evolución. En una primera etapa, entre 1811 y 1823, esta se carac terizó por ser rudimentaria en diversos puntos, ya que correspondió solo a una enumeración de las provincias existentes, ofreciendo continuidad con la organización administrativa colonial. Se planteó la existencia de tres provincias: Coquimbo en el norte, Santiago en el centro y Concepción en el sur del país. El origen de la idea de un nuevo ordenamiento político-administrativo en Chile provino del caso francés, pues dicha división departamental proporcionó un modelo moderno de organización del territorio al incorporar en esta los ideales ilustrados de racionalización administrativa, igualdad y democracia, propugnados por la Revolución de 1789 (Sanhueza, 2008), aunque con un sistema de intendencia colonial. Posteriormente, la Constitución de 1925 en su artículo 8° estableció que: «para el gobierno interior del Estado, el territorio de la Repú blica se divide en Provincias, y las Provincias en Departamentos, y los Departamentos en Subdelegaciones y en las Subdelegaciones los Distritos» (Caviedes y Cárcamo 2000), la idea fue concebida para operativizar y descentralizar el país. No obstante, las ciudades en el país fueron creciendo y se hicie ron más complejas. Para enfrentar los nuevos problemas del creci miento urbano, y en paralelo a la legislación municipal, se dictaron diversas leyes que regularon de forma específica la transformación de las ciudades, entre ellas destacan: Santiago (1874), Curicó (1875), Valparaíso (1876), Limache (1907), Talca (1909), Valdivia (1910) y Concepción (1912) (Cordero, 2017). En este periodo comienzan en Chile los intentos de una planificación con fines disciplinarios; el intendente de la ciudad de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, promueve la influencia del positivismo francés a través del modelo de ciudad segregada. Esta influencia positivista es común en los paí ses sudamericanos, tras una construcción de identidad nacional, ya que el positivismo científico desempeñó un importante papel al ser asumido por una elite intelectual empeñada en el desarrollo social y, en suma, en un ideal de modernidad. Una modernidad a la que se creía poder llegar mediante la alianza entre tales ideas científicas

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