La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
— ¿Cómo , desde; hace veinte años le das tanto dinero? — Sí, claro. Le doy mucho dinero. — Pero ¿acaso no va a terminar pronto ese aprendizaje de la filosofía, del arte de vivir, de la felicidad? — ¡Ah, sí -responde Hermótimo—, por supuesto, no falta mucho! Supongo que voy a terminar en unos veinte años. Y como un poco más adelante Hermótimo explica que empezó a filosofar a los cuarenta años, y sabemos por otra parte que hace veinte que frecuenta a su maestro de filosofía, podemos deducir que a los sesenta años se encuentra exactamente en la mitad del camino. No sé si se estudiaron, se establecieron referencias o correlaciones entre este texto y otros textos filosóficos, pero recuerden que los pitagóricos dividían la vida humana en cuatro periodos, cada uno de ellos de veinte años: durante los primeros veinte, en la tradición pitagórica, el hombre era un niño; de los veinte a los cuarenta, era adolescente; de los cuarenta a los sesenta, joven; y a partir de los sesenta, anciano.-^^ Podrán ver con claridad que la edad de Hermótimo, sesenta años, está exactamente en el límite. Tuvo su juventud: los veinte años durante los cuales aprendió filosofía. Y ya no le quedan sino otros veinte años - lo s que le quedan por vivir y lo separan aún de la muerte- para seguir filosofando. Y Lici- no, al descubrir que su interlocutor Hermótimo comenzó a los cuarenta años -L icino , que hace aquí el papel del escéptico, el personaje en torno y a partir del cual se construye y se echa una mirada irónica sobre Hermótimo y toda esta práctica de sí- , dice: pero está muy bien, yo tengo cuarenta años, estoy exacta mente en la edad de empezar a formarme. Y se dirige a Hermótimo y le dice: sírveme entonces de guía y llévame de la mano.^^ Pues bien, esta recentración o esta descentración de la inquietud de sí, el paso del periodo de la adolescencia a ese periodo de la madurez o del final de la ma durez, va a generar una serie de consecuencias que creo importantes. En princi pio, a partir del momento en que la inquietud de sí se convierte en esa actividad adulta, su función crítica va a acentuarse, desde luego, y cada vez más. La práctica de sí tendrá un papel corrector, al menos en la misma medida que formativo. O bien: la práctica de sí será cada vez más una actividad crítica con respecto a sí mismo, con respecto al mundo cultural propio, con respecto a la vida que llevan “ Él [Pitágoras] divide así la vida dcl hombre: ‘N iño veinte años, hombre muy joven veinte años, hombre joven veinte años, anciano veinte años ” (Diógenes Laercio, “ Pythagore” , en Viei et doctrines des philosophes illustres, VIH, 10, traducción dirigida por M .-O . Goulet-Cazé, ob. cit., p. 948). “ H .: N o te preocupes. Yo misino, cuando me metí en la filosofía, me acercaba como tú a los cuarenta. ¿ I lenes más o menos esa edad? L.: Eso está bien, Hermótimo. Sé mi guía y mi inicia do r" (Luciano. Hermoiime, traducción francesa, ob. cit.. p. 25). Sobre este mismo texto, c f además M. Foucault, LeSoucideso i, ob. cit.. pp. 64-65.
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