La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

lo tanto, de esta primera infancia y de las condiciones en que se desenvuelve. Crítica, también, del medio familiar, no simplemente en sus efectos educativos sino, por decirlo así, [por] el conjunto de los valores que transmite e impone, crítica de lo que con nuestro vocabulario llamaríamos “ la ideología familiar” . Pienso en la carta de Séneca a l.ucilio en la que dice: ponte a salvo, trata de acercarte a ti mismo, “sé perfectamente que tus padres te desearon cosas muy diferentes de éstas; por eso hago por ti votos muy contrarios a los que pudo ha­ cer tu familia; te deseo un desprecio generoso de todas las cosas cuya abundan­ cia te desearon tus padres” Por consiguiente, la inquietud de sí debe invertir por completo el sistema de valores vehiculizados e impuestos por la familia. Por último, en tercer lugar, y no in.sistiré en esto porque es muy conocido: toda la crítica de la formación pedagógica, la de los maestros - lo s maestros de la ense­ ñanza que nosotros llamaríamos primaria-, y sobre todo la de los profesores de retórica. Y en este punto coincidimos -tam poco insistiré en esto, es sab ido- con toda la gran polémica entre la práctica y la enseñanza filosóficas, por un la­ do, y la enseñanza de la retórica [por el otro]. Vean en Epicteto, por ejemplo, la divertida tomada de pelo del joven alumno de retórica que l l e g a . E l mismo retrato físico del pequeño alumno de retórica es interesante, porque nos mues­ tra con claridad, sitúa con claridad dónde estaba el gran punto de conflicto en­ tre la práctica de sí filosófica y la enseñanza retórica: el alumnito de retórica lle­ ga muy adornado, muy pintado, con el pelo rizado, con lo que manifiesta que la enseñanza de la retórica es una enseñanza del ornamento, de la apariencia, de la seducción. No se trata de ocuparse de sí mismo, sino de agradar a los otros. Y Epicteto va a interrogar al pequeño alumno de retórica precisamente sobre eso, diciéndole: muy bien, estás todo emperifollado y creiste ocuparte de ti mis­ mo. Pero, en realidad, reflexiona un instante: ¿qué es ocuparse de [sí] mismo? Y podemos ver la analogía, probablemente muy explícita y reconocible para los lectores u oyentes de la época; reiteración, eco del propio Alcibíades, de la cues­ tión que se planteaba en el Alcibíades-. debes ocuparte de ti m ismo; ¿cómo pue­ des hacerlo, y qué es ese ti mismo? Y volvemos a dar con esto: es ocuparte de tu alma, no ocuparte de tu cuerpo. De modo que, si lo prefieren, la primera conse- Se trata de la carta 32 a Lucilio, pero Foucault utiliza aquí una traducción antigua {la de Pintrel, revisada por La Fontaine) reproducida en M. Nisard (conip.), Œuvres completes de Séneque le philosophe, París, Firmin Didot, 1869 [en lo sucesivo se hará referencia a esta edición], p. 583. En el munuscrico, Foucault ilustra esta polémica con el ejemplo paradójico de D ión de Prusa, que comienza su vida de retorico con unos ataques dirigidos contra Musonio, para terminarla

como filósofo, en el elogio de la filosofía. Epicteto. Entretiens, 111. 1, ob. cit., pp. 5-12.

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