La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

que en un momento dado se retiró cerca de Alejandría y constituyó una comu­ nidad, a cuyas reglas me referiré enseguida, y de quienes Filón dice, desde las primeras líneas, que se llaman a sí mismos terapeutas. ¿Y por qué, dice Filón, se llaman terapeutas? Pues bien, porque velan por el alma como los médicos velan por el cuerpo. Su práctica es therapeutike, dice, así como la de los médicos es ia- trike.^^ Filón hace aquí, como algunos autores griegos, pero no todos, una dis­ tinción entre la terapéutica y la iátrica: la primera es justamente una forma de actividad asistencial más amplia, más espiritual, menos directamente física que la de los médicos, para la que se reserva el adjetivo de ¡atrike (la práctica iátrica se aplica al cuerpo). Y, dice, se llaman terapeutas porque quieren cuidar el alma como los médicos cuidan el cuerpo, y también porque ejercen el culto del Ser {to on: therapeuousi to on). Cuidan el Ser y cuidan su alma. Y al hacer las dos cosas a la vez, en la correlación entre el cuidado del Ser y el cuidado del alma, pueden titularse “ los terapeutas” .V o l v e r é a este asunto, desde luego, porque todos estos temas de Filón de Alejandría son muy importantes. Les señalo sim ­ plemente la correlación muy estrecha que se manifiesta, en una práctica tan ne­ tamente religiosa como ésta, entre práctica del alma y medicina. En esta corre­ lación, cada vez más sostenida y marcada, entre filosofía y medicina, práctica del alma y medicina dei cuerpo, me parece que se pueden poner de relieve tres elementos que, por otra parte, señalo, sobre todo, porque se refieren precisa­ mente a ia práctica. Primero, vemos surgir la idea de que un grupo de gente que se asocia para practicar el cuidado de sí, e incluso una escuela de filosofía, constituye en reali­ dad algo así como un dispensario del alma; es un lugar al que uno va por su cuenta o manda a sus amigos, etcétera. Uno concurre por un tiempo, para hacer que le curen los males y las pasiones que sufre. Es exactamente lo que el mismo Epicteto dice acerca de su escuela de filosofía. La concibe como un hospital del alma, un dispensario del alma. Vean la conversación 21 del libro II, en la que reprocha vivamente a sus alumnos que sólo hayan ¡do a aprender, como diría­ mos nosotros, “filosofía” , a aprender a discutir, aprender el arte de los silogismos, ^ “ La elección de esos filósofos queda indicada de inmediato por el nombre que llevan: terapeu­ tas \therapeutaí\ y terapéuttidas [therapeutrides] es su verdadero nombre, ante todo porque la terapéutica que profesan [paroson iatriken] es superior a la que tiene vigencia en nuestras ciu­ dades: esta sólo vela por los cuerpos, mientras que la otra vela también por las almas” (Filón, De vita contemplativa, 4 7 1M, § 2, ob. cit.. p. 79). ‘‘ [Si se llaman terapeutas] es también porque recibieron una educación conforme a ta naturale­ za y las .sagradas leyes, al culto del Ser [therapeuousi to on"\ que es mejor que el bien” (ibíd., 472M. §2, p. 81).

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