La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

si se lo cita, precisamente, es en cierto modo por su carácter excepcional: al­ guien que deseaba llegar a viejo o que, en todo caso, se regocijaba de serlo a causa de esa liberación: a contmuación, esa frase de Sófocles será, justamente, muy utilizada. Ahora bien, cuando la inquietud de sí debe ejercerse a lo largo de toda la vida, pero en especial en la adultez, a partir del momento en que asume todas sus dimensiones y efectos durante ese periodo en que uno está en plena edad adulta, se comprende con claridad que la culm inación , la forma más elevada de la inquietud de sí, el momento de su recompensa, va a estar precisamente en la vejez. Con el cristianismo y las promesas del más allá ten ­ dremos, sin duda, otro sistema. Pero en este caso, en ese sistema que, por decir­ lo así, choca con el problema de la muerte, en referencia al cual habrá que vol­ ver, se entiende que la vejez vaya a constituir el momento positivo, el momento de realización, la cumbre de toda esa larga práctica que siguió el individuo, o a la que el individuo tuvo que someterse a lo largo de toda su vida. Liberado de todos los deseos físicos, libre de todas las ambiciones políticas a las cuales ahora ha renunciado, y tras haber adquirido toda la experiencia posible, el anciano va a ser quien es soberano de sí mismo y puede satisfacerse completamente consi­ go mismo. El anciano tiene una definición en esta historia y esta forma de la práctica de sí: es aquel que, por fin, puede complacerse en sí m ismo, satisfacer­ se consigo mismo, poner en él toda su alegría y su satisfacción, sin esperar nin­ gún placer, ninguna alegría, ninguna satisfacción distinta, ni de los placeres físi­ cos de los que ya no es capaz ni de los placeres de la ambición, a los cuales ha renunciado. El anciano es, por lo tanto, quien goza de sí mismo, y el punto al que llega (a vejez, si ha sido bien preparada por una larga práctica de sí, es el punto en que el yo, como dice Séneca, se alcanza por fin a sí mismo, donde uno se reúne consigo mismo y mantiene consigo una relación consumada y completa de dominio y satisfacción a la vez. Por consiguiente, si la vejez es eso -e se punto deseable-, es preciso compren­ der (primera consecuencia) que no hay que considerarla simplemente como un término en la vida, y tampoco percibirla como una fase en la cual la vida men­ gua. Al contrario, la vejez debe considerarse como una meta, y como una meta positiva de la existencia. Hay que tender hacia ella, y no resignarse a tener que afrontarla algún día. Con sus formas y sus valores propios, ella debe polarizar

capaz de galantear con una mujer? — Cállate, amigo, conresró Sófocles: estoy encantado de ha­ ber escapado al amor, como si hubiese escapado de las manos de un ser furioso y salvaje’ ” {Pla­ tón, L a République, libro !, 329b-c. en Œuvres complètes, tomo VI, traducción de E. Chambry, ob. cit., p. 6).

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