La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
todo el curso de la vida. Y al respecto creo que hay una carta de Séneca que es muy importante y característica. Es característica porque comienza con una crí tica que parece un poco incidental o enigmática, en todo caso, contra quienes, dice, adoptan un modo de vida particular en cada etapa de la existencia.^ Con ello, Séneca se refiere a un tema que era tan tradicional e importante en la ética griega y romana, a saber, que la vida estaba recortada en diferentes edades, a ca da una de las cuales debía corresponder un modo de vida específico. Entonces, según las distintas escuelas, según las distintas especulaciones cosmoantropológi- cas, esa división se hacía de diferente manera. Hace un rato les citaba la división de los pitagóricos entre infancia, adolescencia, juventud, vejez, etcétera (había otros modos). Pero lo interesante es, por un lado, la importancia que se atribuía a esas diferentes fases, la importancia que se atribuía a la forma de vida particu lar de esas diferentes fases, y [por el otro], la importancia que se asignaba, desde el punto de vista ético, a una buena correlación en el individuo entre el modo de vida que escogía, la manera en que llevaba su existencia, y el periodo en que se encontraba. Un hombre joven debía vivir como un hombre joven, un hombre maduro como un hombre maduro, un anciano como un anciano. Aliora bien, dice Séneca, pensando muy probablemente en ese tipo de recorte tradicional, no puedo estar de acuerdo con las personas que recortan su vida en franjas y no vi ven de la misma manera según tengan una edad u otra. Por lo cual propone sus tituir ese recorte por una especie de unidad, una unidad, por decirlo así, dinámi ca: la de un movimiento continuo que tiende hacia la vejez. Y se vale de una serie de fórmulas características en las cuales dice: haz como si te persiguieran, es preciso que vivas de prisa, que a lo largo de toda tu vida sientas que detrás de ti hay gente, enemigos que te persiguen.^ Esos enemigos son los accidentes, las di- En realidad, en toda la descripción que sigue, Foucauir va a confundir dos textos de Séneca: un pasaje de la conversación sobre L a tranquilidad del alma-. “Agrégales a aquellos que, dando vueltas y más vueltas como la gente que no consigue dormir, prueban sucesivamente todas las po-sturas hasta que el cansancio les hace encontrar el reposo: tras haber modificado cien veces la base de su existencia, terminan por quedarse en la posición en que los sorprende, no la impaciencia del cambio, sino la vejez” (Séneca, De la tranquillité de l'âme, II, 6, traducción de R. Waltz, ob. cit., p. 76), y la carta 32: “¡Esta vida es tan corta! Y la acortamos debido a nuestra ligereza, ya que volvemos a empezar una y otra vez. Fragmentamos la vida, la desmenuzamos” (Séneca, Lettres à Lucilius, tomo I, libro IV. carta 32 , 2. ob. cit., p. 142). C f. también: “Comprenderás lo que tiene de escandaloso la frivolidad de los hombres que, cada día, fundan su vida sobre una nueva base” (ibíd., libro 11, carta 13, 16, p. 51) y la carta 23, 9. “Apresúrate entonces, mi querido Lucilio. Imagínate cómo deberías redoblar la velocidad si tu vieras al enemigo a tus espaldas y si sospecharas que se acerca una partida de jinetes en persecu ción de los fugitivos. T ú estás con ellos: van tras de ti. ¡Apúrate!” (ibíd., 32 , 3, p- 142).
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