La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
ficultades de la vida. Y sobre todo, las pasiones y los trastornos que esos acci dentes pueden provocar en nosotros, justamente mientras som os jóvenes o adultos y aún esperamos algo, mientras estamos atados al placer y ambiciona mos el poder o el dinero. Ésos son los enemigos que nos persiguen. Pues bien, frente a esos enemigos que nos acosan, es preciso que huyamos, que huyamos lo más rápidamente posible. Apresurémonos a llegar al lugar que va a ofrecer nos un abrigo seguro. Y ese lugar que va a ofrecernos un abrigo seguro es la ve jez. Vale decir que ésta ya no aparece en absoluto como ese término ambiguo de la vida sino, al contrario, como una polaridad de la vida, un polo positivo hacia el cual hay que tender. Si quieren, para utilizar una fórmula que no se en cuentra en Séneca, que está un poco en el límite de lo que él dice, podríamos decir: en lo sucesivo, hay que “vivir para ser viejos” . Hay que vivir para ser vie jos, pues ahí vamos a hallar la tranquilidad, el abrigo, el goce de sí. Y la segunda consecuencia es que, en el fondo, la vejez a la cual hay que tender es, por supuesto, la vejez cronológica, la que la mayoría de los antiguos reconocen normalmente a partir de los sesenta años; por otra parte, ésa es más o menos la edad en que Séneca se retiró y decidió gozar enteramente de sí m is mo. Pero no es simplemente esa vejez cronológica de los sesenta años. Es tam bién una vejez ideal, una vejez que, en cierto modo, uno se fabrica, una vejez en la que se ejercita. Por decirlo de algún modo, y aquí tenemos el punto cen tral de esta nueva ética de la vejez, es preciso, en relación con nuestra propia vi da, ponernos en una situación tal que la vivamos como si ya hubiera culmina do. En el fondo, es necesario que en cada momento, aunque seamos jóvenes, aunque estemos en la adultez, aunque aún estemos en plena actividad, tenga mos, con respecto a todo lo que hacemos y todo lo que somos, la actitud, el comportamiento, el desapego y la consumación de alguien que ya haya llegado a la vejez y cumplido su vida. Hay que vivir sin esperar nada más de la vida y, así como el anciano es quien ya no espera nada de su vida, es preciso, aun cuando seamos jóvenes, no aguardar nada de ella. Hay que consumar la vida antes de la muerte. La expresión aparece en Séneca, siempre en esa carta 32 : consummare vitam ante mortem. Hay que consumar la vida antes de la muerte, hay que cumplir la vida antes de que llegue el momento de la muerte, hay que alcanzar la saciedad perfecta de sí mismo. Siimma tui satietas: saciedad perfecta, completa de ti.® Séneca quiere que Lucilio se apresure a llegar a ese punto. Y podrán ver que esta idea de que uno debe organizar su vida para ser viejo, que debe encami narse de prisa hacia su vejez, que debe establecerse como un viejo con respecto
« Ib íd ., 32,4, p. 143.
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