La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

tes de la forma de la ley, prioritarias con respecto a ella. En ei fondo, la ley no es más que uno de los aspectos posibles de la tecnología del sujeto con respecto a sí mismo. O , si lo prefieren, aun más precisamente: la ley no es más que uno de los aspectos de esta larga historia durante la cual se constituyó el sujeto occidental tal como lo tenemos hoy frente a nosotros. Volvamos, por lo tanto, a la cuestión que les planteaba: ¿la inquietud de sí puede ser considerada, en la cultura hele­ nística y romana, como una especie de ley general? En principio, hay que señalar, claro está, que esta universalización, si es cier­ to que se produjo, si es cierto que el “preocúpate por ti m ismo” se formuló co­ mo una ley general, sería desde luego completamente ficticia. Puesto que, en realidad, una prescripción semejante (ocuparse de sí m ismo) sólo puede ser puesta en práctica por una cantidad evidentemente muy limitada de indivi­ duos. Acordémonos, después de todo, de la sentencia lacedemonia de la que les hablaba la vez pasada o la anterior: para poder ocuparnos de nosotros mismos, delegamos en los ilotas el cultivo de nuestras tierras.'* Ocuparse de sí m ismo es, naturalmente, un privilegio elitista. Es un privilegio elitista afirmado como tal por los lacedemonios, pero que también se afirma como tal mucho más tarde, en el periodo al que me refiero, cuando la preocupación por sí m ismo aparece como un elemento correlativo de una noción que habrá que abordar y diluci­ dar un poco más: la noción de ocio (skhole u otium)}'^ Uno no puede ocuparse de sí m ismo sin tener, en frente, junto a sí, una vida tal que le permita -p e rd ó ­ nenme la expresión- darse el lujo de la skhole o el otium (no se trata, claro está, del ocio en el sentido en que nosotros lo entendemos, ya volveremos a este asunto). En todo caso, lo que va a considerarse como la condición real de la in­ quietud de sí es sin duda una forma determinada de vida particular y, en su particularidad, distinta de todas las otras vidas. Por lo tanto, en la cultura antigua, en la cultura griega y romana, la inquietud de sí nunca fue, en realidad, efectiva­ mente percibida, postulada, afirmada como una ley universal valedera para to­ dos los individuos, cualquiera fuese el modo de vida que adoptaran. La inquietud de sí implica siempre una elección de modo de vida, es decir, una división entre quienes eligieron ese modo de vida y los otros. Pero también hay, creo, otra cosa que hace que no se pueda asimilar la inquietud de sí, ni siquiera incondicionada, ni siquiera autofinalista, a una ley universal: de hecho, en esa cultura griega, he­ lenística y romana, la inquietud de sí siempre cobró forma dentro de prácticas,

' ’ C í . e¡ análisis de esta sentencia en la clase del 6 de enero, segunda hora. C f. J.-M . André, ¿O t iu m dans Li vie morale et intellectuelle romaine, des origines à lepoque au- gustéemie, Paris, PUF, 1966.

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