La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

Por lo tanto, como ven, tomo este ejemplo porque se trata de un grupo ne­ tamente religioso. Sobre el origen social de los individuos que forman parte de él no hay ninguna información: no hay razón alguna para suponer que pertene­ cen a los medios aristocráticos o privilegiados. Pero también podrán ver que la dimensión del saber, de la meditación, del aprendizaje, de la lectura, de la in­ terpretación alegórica, etcétera, es muy considerable. En consecuencia, es preci­ so reconocer que la inquietud de sí siempre cobra forma en el interior de redes o grupos determinados y distintos entre sí, con combinaciones entre lo cultual, lo terapéutico -en el sentido que ya d ijim o s- y el saber, la teoría, pero [se trata de] relaciones variables según los grupos, los medios y los casos. De todas ma­ neras, sea como fuere, en esa fragmentación o, mejor, en esa pertenencia a una secta o a un grupo, se manifiesta y se afirma la inquietud de sí. Uno no puede preocuparse por sí mismo, por decirlo así, en el orden y la forma de lo univer­ sal. La inquietud de sí no puede manifestarse y, sobre rodo, no puede practicar­ se como ser humano en cuanto tal, en cuanto mero integrante de la comunidad humana, aun cuando esta pertenencia sea muy importante. Sólo puede practi­ carse dentro del grupo, y del grupo en su carácter distintivo. Creo, entonces, que con ello tocamos algo importante. Desde luego, puede decirse, y es preciso recordarlo, que la mayoría de esos grupos rechazan de ma­ nera absoluta —es una de sus razones de ser y fue uno de los motivos de su éxito en las sociedades griega, helenística y romana- convalidar y hacer suyas las dife­ rencias de estatus que se encontraban en la ciudad o la sociedad. Para el Álcibía- des, por ejemplo, la inquietud de sí se inscribía dentro de una diferencia de esta­ tus que hacía que Alcibíades estuviera destinado a gobernar, y a causa de ello, y en cierto modo a causa del estatus recibido que no se cuestionaba, él debía ocu­ parse de sí [mismo]. En la mayor parte de los grupos que les menciono, en prin­ cipio no se convalida, no se reconoce, no se acepta la distinción entre el rico y el pobre, entre quien es de origen brillante y aquel cuya familia es oscura, entre quien ejerce un poder político y quien vive escondido. Al margen tal vez de los pitagóricos, con respecto a los cuales se plantea cierta cantidad de cuestiones,^^ en la mayoría de los grupos no parece, en todo caso, haberse aceptado siquiera la oposición libre/esclavo, al menos teóricamente. Al respecto, los textos de los epi­ cúreos y los estoicos son numerosos y reiterativos: después de todo, un esclavo

Sobre la organización política de la sociedad pitagórica y sus tendencias aristocráticas, cf. la presentación clásica y muy valiosa de A. Delatte en su capítulo “Organisation politique de la société pythagoricienne” , en Essai sur la politique phytagoricienne (1922 ) , G inebra, Slatkine Reprints, 1979, pp. 3-34.

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