La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
sí y; por consiguiente, la vida misma, puesto que aquélla se confimde con la vida o se incorpora a ella. La práctica de sí tiene como objetivo, por lo tanto, la pre paración para la vejez, la cual aparece como un momento privilegiado de la existencia y, a decir verdad, como el punto ideal de la realización del sujeto. Para ser sujeto, hay que ser viejo. Segunda característica de esta práctica de sí, cal como se formula en el pe riodo helenístico y romano. Repito que, cuando tomo los siglos 1y 11, no se trata canto de que sitúe en ellos, en ese periodo, todos los fenómenos y el surgimiento de todos los fenómenos que intento describir. Tomé ese periodo en la medida en que representa una cumbre en una evolución que, sin duda, fue muy larga durante todo el periodo helenístico. Segundo rasgo, por lo tanto: la inquietud de sí se formula como un principio incondicionado. “Com o un principio in- condicionado” quiere decir que se presenta como una regla aplicable a todos, practicable por todos, sin ninguna condición previa de estatus y sin ninguna fi nalidad técnica, profesional o social. La idea de que habría que preocuparse por sí m ismo porque uno es alguien que, por estatus, está destinado a la política, y, en efecto, para poder gobernar como corresponde a los otros, es una idea que ya no aparece o, en todo caso, que pierde mucha de su vigencia (habrá que vol ver a este asunto con un poco más de detenimiento). En consecuencia: práctica incondicionada, pero práctica incondicionada que, de hecho, siempre se lleva ba a cabo en formas ecclusivas. En realidad, sólo algunos pueden tener acceso a esa práctica de sí o sólo algunos, en todo caso, pueden llevar esa práctica de sí hasta el fin que le es propio. Y la meta de la práctica de sí es el yo. Sólo algunos son capaces del yo, aun cuando sea cierto que la práctica de sí es un principio que se dirige a todos. Y las dos formas de exclusión, de rarefacción, si lo prefieren, con respecto a la incondicionalidad del principio, eran: o bien la pertenencia a un grupo cerrado —era lo que sucedía en general en los movimientos religiosos—o bien la capacidad de ejercer el otium, la skhole, el ocio cultivado, lo cual repre senta una segregación, más bien, de tipo económico y social. En términos ge nerales tenemos: el cierre en torno del grupo religioso o la segregación por la cultura. Ésas eran las dos grandes formas a partir de las cuales se definían o se daban los instrumentos para que algunos individuos, y sólo ellos, pudiesen te ner acceso, gracias a la práctica de sí, al estatus pleno e íntegro de sujeto. Ya les indiqué, por lo demás, que esos dos principios no se representaban, no actua ban en estado puro, sino siempre en una combinación determinada entre ellos: prácticamente, los grupos religiosos siempre implicaban cierta forma de activi dad cultural - y a veces una muy elevada, como en el grupo de los terapeutas descripto por Filón de Alejandría—y, a la inversa, en la selección, por así decirlo,
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