La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
por los enamorados que, en torno del joven, le proponen un modelo -deben , deberían, en todo caso, proponerle un m ode lo - de comportamiento. El segun do tipo de magisterio es el de la competencia, es decir, simplemente el que transmite al más joven conocimientos, principios, aptitudes, destrezas técnicas, etcétera. Por último, el tercer tipo de magisterio: desde luego, el socrático, que es el magisterio de la turbación y el descubrimiento y que se ejerce a través del diálogo. Lo que es preciso señalar, creo, es que estos tres magisterios se apoyan en cierto juego de la ignorancia y la memoria. El problema, en este magisterio, es: ¿cómo lograr que el joven salga de su ignorancia? Necesita tener ante los ojos ejemplos que pueda honrar en su vida. Necesita adquirir las técnicas, la destreza, los principios, los conocimientos que le permitan vivir como corres ponde. Necesita saber - y esto es lo que se produce en el caso del magisterio so crático- que no sabe, y al m ismo tiempo que sabe más de lo que sabe. Estos magisterios, por lo tanto, funcionan en la ignorancia y también en la memoria, en la medida en que se trata o de memorizar un modelo o de memorizar, de aprender, de familiarizarse con una pericia técnica, o, por último, de descubrir que el saber que nos falta, pues bien, lo encontramos simplemente en la memo ria misma y que, por consiguiente, si es cierto que no sabíamos que no sabía mos, es igualmente cierto que no sabíamos que sabíamos. Poco importan las diferencias entre estas tres categorías de magisterio. Dejemos a un lado la espe cificidad, la singularidad, el papel crucial que pudo desempeñar el magisterio de tipo socrático en comparación con los otros dos. Creo que tanto el de Sócra tes como los otros tienen al menos esto en común: que siempre se trata de ig norancia y memoria, y que esta última es precisamente lo que permite pasar de la ignorancia a la no-ignorancia, de la ignorancia al saber, habida cuenta de que por sí misma la ignorancia no es capaz de salir de sí. Y el magisterio socrático es interesante en la medida en que el papel de Sócrates consiste en mostrar que la ignorancia, de hecho, ignora que sabe, y por lo tanto que el saber puede salir hasta cierto punto de la ignorancia misma. Pero la existencia de Sócrates y la necesidad de su interrogatorio prueban que, no obstante, ese movimiento no puede hacerse sin otro. En la práctica de sí tal como querría analizarla mucho más adelante, en el periodo helenístico y romano, al comienzo del Imperio, la relación con el otro es tan necesaria como en la época clásica de la que ahora hablaba, pero tiene naturalmente una forma muy distinta. Esta necesidad del otro sigue fundándose, siempre, y hasta cierto punto, sobre la existencia de la ignorancia. Pero se funda sobre todo en los otros elementos que les mencioné la vez pasada: esencialmen te, sobre el hecho de que el sujeto es menos ignorante que mal formado o, mejor,
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