La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

y, a la vez, su efecto más manifiesto y su raíz más profunda. Salir de la stultitia será, justamente, actuar de modo tal que se pueda querer el yo, que uno pueda quererse a sí mismo, tender hacia sí mismo como único objeto que es posible querer libre­ mente, absolutamente, siempre. Ahora bien, como les resultará claro, la stultitia no puede querer ese objeto, puesto que lo que la caracteriza es precisamente que no lo quiere. Salir de la stultitia, en la medida misma en que ésta se define por esa no re­ lación con el yo, no puede ser obra del propio individuo. La constitución de sí mismo como ob jeto susceptible de polarizar la voluntad, de presentarse como el objeto, el fin libre, absoluto y permanente de la voluntad, sólo puede lograrse por medio de alguna otra persona. Entre el individuo stultus y el individuo sapiens^ es necesario el otro. Y además: entre el individuo que no quiere su propio yo y quien haya llegado a una relación de dom inio de sí, de posesión de sí, de placer consigo, que es en efecto el objetivo de la sapientia, es preciso que intervenga el otro. Puesto que estructuralmente, por decirlo así, la voluntad, característica de la stultitia, no puede querer preocuparse por sí misma. Por consiguiente, la in­ quietud de sí requiere, como pueden verlo, la presencia, la inserción, la inter­ vención del otro. Ése es un primer elemento que quería poner de relieve en ese breve pasaje del comienzo de la carta 52. Al margen de esta definición de la stultitia y su relación con la voluntad, el segundo elemento que quería destacar es que, como ven, hace falta otra perso­ na. Pero es evidente que esa otra persona, sin que su papel se defina con clari­ dad en el pasaje, no es un educador en el sentido tradicional del término, que va a enseñar verdades, datos y principios. También es evidente que no es un maestro de la memoria. El texto no dice en absoluto en qué va a consistir esta acción, pero las expresiones que utiliza (para caracterizar la acción o, mejor, pa­ ra indicarla desde lejos) son características. Tenemos la expresión porrigere ma- num, y también oportet educat}^ Perdónenme un poco de gramática: educat, por supuesto, es un imperativo. Por lo tanto, no procede de educare sino de educere-. tender la mano, salir de allí, conducir fuera de allí. Com o verán, no se trata, entonces, en modo alguno de un trabajo de instrucción o de educación en el sentido tradicional del término, de transmisión de un saber teórico o una pe­ ricia técnica. En cambio, se trata efectivamente de una acción determinada que va a efectuarse en el individuo, al que se tenderá la mano y a quien se hará salir del estado, del estatus, del modo de vida, del modo de ser en el cual se encuen­ tra [...]. Es una especie de operación que afecta el modo de ser del propio sujeto.

Séneca. Lettres h Lucilius, tomo II, libro V. carta 52, 2, ob. cit., p. 42.

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