La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

no se trata simplemente de la transmisión de un saber que pueda llegar a ocu­ par el lugar de la ignorancia o sustituirla. La cuestión que se plantea, entonces, es la siguiente: ¿cuál es la acción del otro que es necesaria para la constitución del sujeto por sí mismo? ¿Cómo llega esta acción del otro a inscribirse como elemento indispensable en la inquietud de sí? ¿Qué es, si lo prefieren, esa mano tendida, esa “educción” , que no es una educa­ ción, que es otra cosa o algo más que la educación? Pues bien, como se imagina­ rán, el mediador que se presenta de inmediato, el operador que llega a imponerse aquí en la relación, en la edificación de la relación del sujeto consigo mismo, ese mediador, ese operador, desde luego, ustedes lo conocen. Se presenta por sí mis­ mo, se impone ruidosamente, se proclama, él y sólo él. capaz de hacer esa media­ ción y permitir el paso de la stultitia a la sapientia. Proclama que es el único capaz de lograr que el individuo pueda quererse a sí mismo y finalmente alcanzarse, ejercer su soberanía sobre sí y encontrar en esa relación la plenitud de su felici­ dad. Ese operador que se presenta es, por supuesto, el filósofo. El filósofo, enton­ ces, es ese operador. Y ésta es una ¡dea que encontramos en todas las corrientes fi­ losóficas, sean cuales fueren. En los epicúreos: el propio Epicuro decía que sólo el filósofo es capaz de dirigir a los o t r o s .O t r o texto -pero está claro que encontra­ ríamos decenas- en el estoico Musonio, que dice: “El filósofo es el hegemon (el guía) de todos los hombres, en lo que se refiere a las cosas que convienen a su na­ turaleza” .'^ Y además, claro, podemos llegar al límite con D ión de Prusa, ese anti­ guo retórico tan hostil a los filósofos, convertido a la filosofía, que llevó una vida de cínico y exhibió en su pensamiento una serie de rasgos bastante característicos de la filosofía cínica. Dión de Prusa dice, [entre] fines del siglo I y principios del si­ glo 11: en los filósofos encontramos todos los consejos sobre lo que conviene ha­ cer; al consultar al filósofo, podemos decidir si tenemos o no que casarnos, inter­ venir en la vida política, establecer la monarquía o la democracia o cualquier otra forma de constitución.'*^ Como verán, en esta definición de Dión de Prusa no só­ lo la relación consigo es de la incumbencia del filósofo: también la totalidad de la Es indudable que Foucault quiere evucar aquí, más que el ejemplo del propio Epicuro, la orga­ nización jerárquica de las escuela.': epicúreas (sobre este punto, mencionado más adelante, cf. el debate D e Witc/Gigante acerca de fragmentos de Filodemo). Fragmento X ! V : “hegetnofi (oísaul/jropois csti tonkataphysinanthropoprosekortton" ( C . Musonio Rufo, Relicjuiae, ob. cit. [Hense], p. 71). Sobre la figura dcl filósofo consejero en Dión de Prusa, cf. el discurso 22 : “ Sur la paix et la gue- rrc” (Dion de Prusa, Drscoures, tomo I I . traducción de J . W . Cohoon, ob. cit., pp. 296-298). así c o m o el discurso 67; “Sur le philosophe" (ibíd., tomo V , pp. 162-173) y el discurso 49 (ibíd., t o m o IV , pp. 294-308).

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