La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

existencia de los individuos. Hay que preguntar a los filósofos cómo comportarse, y son ellos quienes dicen no sólo cómo conducirse sino incluso cómo hay que conducir a los otros hombres, dado que indican cuál es la constitución que es preciso adoptar en la ciudad, si vale más una monarquía que una democracia, et­ cétera. El filósofo, en consecuencia, se presenta ruidosamente como el único ca­ paz de gobernar a los hombres, gobernar a quienes gobiernan a los hombres y constituir así una práctica general del gobierno en todos los grados posibles: go­ bierno de sí, gobierno de los otros. Él es quien gobierna a aquellos que quieren gobernarse a sí mismos, y quien gobierna a los que quieren gobernar a los otros. Allí tenemos, creo, el gran punto esencial de discrepancia entre la filosofía y la re­ tórica, tal como estalla y se manifiesta en esa época. La retórica es el inventario y el análisis de los medios por los cuales se puede actuar sobre los demás por con­ ducto del discurso. La filosofía es el conjunto de los principios y prácticas que uno puede tener a su disposición o poner a disposición de los otros, para cuidar como corresponde de uno mismo o de los demás. Ahora bien, concreta, práctica­ mente, ¿cómo articulan los filósofos, cómo articula la filosofía la necesidad de su propia presencia y la constitución, el desarrollo, la organización en el individuo de la práctica de sí mismo? ¿Qué propone como instrumento? O mejor: ¿a tra­ vés de qué mediaciones institucionales pretende que el filósofo, en su existencia, su práctica, su discurso, los consejos que da, permita a quienes lo escuchan apli­ carse a sí mismos, preocuparse por sí mismos y alcanzar, por fin, el objeto y la meta que se les proponen, y que son ellos mismos? Creo que hay dos grandes formas institucionales que podemos repasar rápi­ damente. La forma de tipo helénico, por decirlo así, y la forma de tipo romano. La forma helénica es, desde luego, la escuela, la skhole. La escuela puede tener un carácter cerrado, que implique la existencia comunitaria de los individuos. Era lo que sucedía, por ejemplo, en las escuelas pitagóricas.'® También era el Véanse las elaboraciones antiguas pero decisivas de H. von Arnim, Leben und Werke des Dio von Prusa. M it einer Einleitung. Sophistik Rhetorik, Philosophie in ihrem K am p f um die jugend- bildung, Berlín, 1898. La relación entre retórica y filosofía, tal como se examina en la época ro­ mana, fue el tema de una tesis de A. Michel, Rhétorique et philosophie chez Cicéron, Paris, FUF, 1960. C f. también P. Hadot, “ Philosophie, dialectique et rhétorique dans l’Antiquité” , Studia philosophica, 39, 1980, pp. 139*166. Para una presentación precisa y general de la retórica, cf. F. Desbordes, L a Rhétorique antique, Paris, Hachette Supérieur, 1996. Sobre la existencia comunitaria de los pitagóricos, cf. las descripciones de Jámb lico {Vie de Pythagore, traducción de L. Brisson y A.-Ph. Segonds, ob. cit., § 71-110 , pp. 40-63) y Diógenes Laercio {Vies et doctrines des philosophes illustres, VIII, 10, traducción dirigida por M .-O . Gou- let-Cazé, ob. cit., p. 949 ) , así como la clase del 13 de enero, primera hora, p. 59, noca 6 y p. 60 notas 7 y 8 (sobre todo la nota 7, acerca de ta vida de las sectas pitagóricas).

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