La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
la plática 9 del libro III.^^ También se hallan críticas, para el caso propiamente filosóficas, por ejemplo, cuando en la plática 7 del libro IH vemos llegar a un inspector de las ciudades, una especie de acusador público, que es epicúreo, y en referencia al cual Epicteto plantea una cantidad de interrogantes sobre los debe res sociales que los epicúreos presuntamente rechazan, a la vez que los cumplen como este i n d i v i d u o . Y en esa contradicción va a desplegar una crítica del epicureismo en general. De modo que, como ven, en esta forma escolar muy claramente afirmada en torno de Epicteto, tenemos en realidad toda una serie de formas diversas de direcciones, de formulaciones del arte m ismo de dirigir y de modalidades muy distintas de la dirección. Frente a esta forma helénica o escolar, si ustedes quieren, cuyo ejemplo más elaborado es sin duda Epicteto, tenemos la forma que denominaré romana. La forma romana es la del consejero privado. Digo que es romana en la medida en que resulta notorio que no deriva en absoluto de la estructura de la escuela, si no que se integra a las relaciones bastante típicamente romanas de la clientela, es decir: una especie de dependencia semicontractual que implica un intercam bio disimétrico de servicios entre dos individuos, que siempre tienen un estatus social desigual. En este sentido, puede decirse que el consejero privado repre senta una fórmula casi inversa de ia escuela. En ésta, el filósofo está presente: se acude a él y se lo inquiere. En la fórmula del consejero privado, al contrario, está la gran familia aristocrática, está el jefe de familia, está el gran dirigente político que recibe en su casa y aloja bajo su techo a un filósofo que va a servirle de con sejero. En la Roma republicana e imperial hay decenas de ejemplos de esto. Hace un rato les hablaba de este Filodemo, este epicúreo que desempeñó un papel im portante junto a Lucio Pisón.-^^ Tenemos a Atenodoro, que cumplió ante Au gusto [el rol de] una especie de capellán para las cosas culturales."*® Tenemos a ‘So córreme en esta cuestión. — No tengo regla alguna para darte ai respecto. Y tú mismo, si viniste a mí con ese designio, no lo hiciste como si recurrieras a un filósofo, sino a un vendedor de ver duras, a un zapatero. — ¿Cuál es el objeto, entonces, de las reglas de los filósofos? — Éste: pase lo que pase, conservar y dirigir la parte dominante de nuestra alma de conformidad con la na turaleza’” (ibíd., III, 9, 1-11, pp. 34-35). “Vives en una ciudad del Imperio; debes ejercer un cargo, juzgar según la justicia [...]. Busca principios acordes con esas maneras de actu.ir” (ibíd., 7, 20-22 , pp. 29-30). C f. la clase del 10 de mar¿o, primera hora. Atenodoro de Tarso (alrededor de 85-30 a.C; se lo llama habitualmente “ hijo de Sandón" para distinguirlo de otro Atenodoro de Tarso que estuvo durante mucho tiempo a la cabeza de la bi blioteca de Pérgamo), filosofo peripatético (se supone que siguió en Rodas las lecciones de “Una persona se rrasladó a Roma a causa de un proceso [...]. Acudió a lo de Epicteto
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