La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

nuestra era- objeto de desconfianza por razones políticas. En principio, por su­ puesto, a causa de las elecciones que hace, en favor de éstos o aquéllos. Por ejem­ plo, al comienzo del Imperio Romano hay toda una corriente de neorrepublica- nismo, en la cual los estoicos, y sin duda también los cínicos, tuvieron un papel importante.^ Por lo tanto, a causa de ello, había una serie de resistencias. Pero de una manera más general, la existencia misma de filósofos profesionales, que pre­ dicaban, demandaban, insistían para que la gente se ocupara de sí, no dejaba de plantear cierta cantidad de problemas políticos, sobre los cuales hubo discusio­ nes muy interesantes. Parece, en particular, que en el propio entorno de Augus­ to, en los mismísimos comienzos del Imperio, [se planteaba] el interrogante de si la filosofía, al presentarse como un arte de sí m ismo e invitar a la gente a ocu­ parse de sí misma, era o no útil. Jean-Marie André, que publicó dos estudios muy interesantes sobre el otium y el personaje de Mecenas,^ [planteó una serie] oradores y profesores que deambulan de ciudad en ciudad e imparten lecciones de sabiduría. Pero la comparación se interrumpe en este punto, pues los “segundos” sofistas se dispersan (en lugar de concentrarse en Atenas) y se exhiben en teatros y otros auditorios (más que en las casas de particulares ricos). Por otra parte, “la segunda sofística encarna más que cualquier otro géne­ ro el compromiso histórico entre la cultura griega y el poder romano” , dado que en ocasiones vemos que el sofista “ intenta apaciguar sobre el terreno los conflictos que pueden surgir con el gobernador local y predica a las ciudades una concordia conforme a los anhelos de los roma­ nos" (S. Saíd (dir.|, Histoire de la littérature grecque, París, PUF, 1997). Se advertirá, por último, que el complejo relativo a la fílosofía parece invertido con respecto al periodo ateniense: en sus Disertaciones, Elio Arístides censura vigorosamente a Platón por condenar la retórica {Gordas) y sitúa por encima de todo el aprendizaje formal de retórico. La superioridad de la retórica se asume y reivindica, mientras que la filosofía pasa entonces por un juego inútil e incierto. Sobre esta segunda sofística, c f : G . Bowersock, Greek Sopbists in the Roman Empire, Oxford, Claren- don Press, 1969; G . Anderson, The Second Sophistic; A Cultural Phenomenon in the Roman Em­ pire, Londres, Routledge, 1993; B. Cassin, L'Effet sophistique, París, Gallimard, 1995 (en este libro, véase el lazo establecido entre la segunda sofìstica y et nacimiento de la novela griega). "Por eso no eran los oradores el objeto de la mayor desconfianza de los Césares; éstos sospecha­ ban más de los filósofos, a quienes consideraban como tos verdaderos enemigos del Imperio. A partir de Tiberio, sc organizó una especie de persecución contra ellos, que prosiguió sin des­ canso hasta los Antoninos. A menudo fueron alcanzados aisladamente, y a veces golpeados en masa; bajo Nerón, bajo Vespasiano, bajo Dom iciano, se los exilió de Roma y de Italia. ¿Qué habían hecho para merecer esos rigores? Se los suponía descontentos con el nuevo régimen y nostálgicos del antiguo. Se los acusaba de tomar como modelos [...] a los republicanos más de­ cididos" (G. Boissier, L 'Opposition sous les Césars, París, Hachette, 1885, p. 97 (traducción cas­ tellana: L a oposición bajo los Césares, Buenos Aires, El Ateneo, 1944)). C f supra, p. 149, nota 44 , sobre la oposición estoico republicana a los Césares. J.-M . André, Recherches sur /O t ium romain, París, Les Belles Lettres, 1962, y Mécène. Essai de biographie spirituelle, ob. cit.

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