La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
su ropa es completamente apropiada. Se dice también que habla de una manera atildada, agradable y convincente; que, por otra parte, es tan convincente que una vez que uno se ha convencido, lo lamenta, porque querría seguir escuchán dolo para volver a convencerse. Se dice asimismo que hace pensar en Platón por la amplitud de sus opiniones, que practica las virtudes que enseña y que es muy liberal en la hospitalidad. En particular, no maltrata a quienes han cometido fal tas, quienes no se encuentran en el estado moral deseable. No los maltrata ni los reprende. Muestra, al contrario, una gran indulgencia y una gran liberalitas con ellos. Por último, su enseñanza se caracteriza por el hecho de que él dice sin cesar a sus discípulos que hacer justicia, administrar las cosas de la ciudad -en suma, y en términos generales, desempeñar su oficio de notable local o de representante de la autoridad romana imperial-, pues bien, hacer todo eso, es hacer obra de fi lósofo.'^ Entonces, bajo esa sosería un poco empalagosa del retrato, me parece que podemos rescatar lo siguiente: por un lado, tenemos una exaltación muy marcada, muy sostenida (hay que recordar que Plinio, claro está, no es un filóso fo y tiene un barniz filosófico bastante vago, muy difiisamente estoico que, por otra parte, tomó sin duda de Éufrates). Plinio, que no es un filósofo, exalta mu cho a ese personaje de Éufrates, lo adorna con todas las cualidades, hace de él una especie de personaje de excepción con el cual pueden entablarse lazos afectivos muy intensos; por lo demás, en todo este asunto no se hace ninguna mención al dinero, sin que sepamos si lo hubo o no. D e todos modos, a partir de él, de ese personaje, se puede tener la mejor relación posible con la filosofía. Ahora bien, cuando [vemos] mediante qué rasgos de carácter, qué rasgos descriptivos se plan tea esa exaltación, nos damos cuenta de que se hace a través de la exclusión siste mática de todos los rasgos por los cuales se caracteriza tradicionalmente al filósofo de profesión. Tener una hermosa barba bien arreglada y una vestimenta apropia da es, naturalmente, oponerse o estar opuesto a esos filósofos de profesión de bar ba mal cuidada y ropa un poco repugnante, que corren por las calles: el personaje cínico, ese personaje cínico que es a la vez el punto extremo y, a los ojos de la gente, el modelo negativo de la filosofía. Cuando Plinio explica lo bien que habla Éufrates, lo atildado que es su lenguaje, cómo convence tan magistralmente que, una vez convencidos, querríamos seguir escuchándolo aunque ya no sea necesario persuadirnos, ¿qué hace, como no sea mostrar que Éufrates no es ese filósofo de lenguaje grosero, áspero, limitado a su único objetivo: convencer y modificar la opinión de su oyente, sino que es al mismo riempo un poco retórico
“ Ejercer una función pública también es filosofía, e incluso la más beüa parte de la filosofía” (ibíd., § 10, p. 23).
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