La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

hay un tercero-,'^ para el cual escribe esos tratados, pues bien, es un pariente lejano que viene de España a hacer carrera en la corte y se está convirriendo en el confidente de Nerón. Y Séneca se dirige a Sereno o escucha su pedido y le da consejos en ese marco de semiparentesco y, a la vez, semicÜentelismo. En cuan­ to a Lucilio, que es un poco más joven que él pero tiene ya altas funciones ad­ ministrativas, es una especie de amigo, acaso cliente, ex protegido, en todo caso alguien que está bastante cerca de él y con el cual Séneca ha tenido relaciones muy diferentes de la relación profesional de dirección de conciencia.'^ Podría­ mos demostrar lo mismo en referencia a Plutarco, quien, cada vez que interviene para dirigir a alguien, darle consejos, no hace en el fondo más que modular una relación mundana o una relación estatutaria, una relación política.*^ Y en estas relaciones engancha, injerta la actividad consistente en dirigir la conciencia. De modo que, para decirlo de alguna manera. Séneca y Plutarco no intervienen como filósofos profesionales para guiar a los otros. Lo hacen en la medida en que las relaciones sociales que tienen con tal o cual (amistad, clientelismo, pro­ tección, etcétera) implican en concepto de dimensión - y al m ismo tiempo en concepto de deber, ob ligación- el servicio del alma y la posibilidad de funda­ mento de una serie de intervenciones, de consejos que van a permitir que el otro se dirija como corresponde. Y en este punto llegaré a un último texto que querría analizar con un poco más de detenimiento, porque me parece muy in­ teresante y muy significativo en la historia de la práctica de sí. Puesto que la mayoría de los textos que tenemos concernientes a la práctica de sí sólo proce­ den de un lado: del lado de los directores, de quienes dan consejos. Y por con­ siguiente, en la medida en que aconsejan, en que se trata, por lo tanto, de textos prescriptivos, siempre podemos suponer, y tenemos todos los motivos para ha­ cerlo, que eran recomendaciones con resultados vanos, vacíos, que en realidad no se inscribían en el comportamiento y la experiencia de la gente; una especie de Se trata de De constantia, en Sciieca, Dialogues, tomo IV, ob. cit., pp. 36-60. C f. la ciase del 20 de enero, primera hora, supra, p. 99 , noca 26, sobre la relación entre Lucilio y Séneca. Nacido en Queronea (alrededor de 46) en una flimilia rica y culta, Plutarco inicia su aprendiza­ je por medio de viajes cuhurales (Atenas, Éfeío, Esmirna, Alejandría), graciai' a los cuales acu­ mula un impresionante cauda! filosófico, retórico y científico. Viaja dos veces a Roma (bajo los reinados de Vespasiano y Domiciano) para dar conferencias con las que obciene un gran éxico, lo cual h.ice de él un director de conciencia muy bu-scado. En la década de los noventa vuelve a establecerse en su ciudad nata!, donde profesa la filosofía y redacta lo esencial de su obra. Los prefacios a sus tratados nos muestran con claridad que sus interlocutores son allegados (familia­ res o vecinos) o dignatarios griegos o romanos.

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