La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

dor de su salvación, pero en ella siempre se requiere alguien más (otro, el O tro), con un papel que es, precisamente, muy variable y difícil de definir. En todo caso, en ese juego entre la salvación que uno mismo efectúa y aquel que nos salva tenemos el punto de precipitación de una cantidad de teorías y análi­ sis que son bien conocidos. De manera que a través de esos tres elementos -e l de la binariedad, el de la dramaticidad de un acontecimiento y el de la opera­ ción de dos términos—, me parece que para nosotros la salvación siempre se considera como una idea religiosa. A punto tal, por otra parte, que entre las re­ ligiones se suele distinguir las que son de salvación y las que no lo son. De mo­ do que cuando encontramos el tema de la salvación en el pensamiento helenís­ tico, romano o de la Antigüedad tardía, siempre vemos en el la influencia de un pensamiento religioso. Por lo dc-más, es un hecho que entre los pitagóricos, cu­ yo papel fue tan trascendente y extenso a lo largo de todo el pensamiento grie­ go, la noción de salvación es importante.'“ Pero lo que me gustaría destacar, que me parece esencial con respecto a lo que querría decirles, es que esta no­ ción de salvación, cualquiera haya sido su origen, cualquiera haya sido, sin du ­ da, el refuerzo que le dio la temática religiosa en la época helenística y romana, funciona, efectivamente y sin heterogeneidad, como noción filosófica, en el campo m ismo de la filosofía. La salvación se convierte en un objetivo de la práctica y la vida filosóficas y aparece como tal. Hay que recordar unas cuantas cosas. El verbo sozein (salvar) o el sustantivo soteria (salvación) tienen en griego una serie de significaciones. Sozein (salvar) es ante todo librar de un peligro que amenaza. Se dirá, por ejemplo: salvar de un naufragio, salvar de una derrota, salvar de una enfermedad. Sozein quiere decir también (segundo gran campo de significaciones) guardar, proteger, dis­ poner alrededor de una cosa una protección que le permitirá mantenerse en el estado en que se encuentra. Hay un texto de Platón en el Crácilo que. por otra parte, es muy curioso al respecto, y en el que dice que los pitagóricos conside­ ran el cuerpo como un cercado del alma. No el cuerpo como prisión o tumba Sobre la noción de salvación en los pitagóricos, y particularmente su relación con los ejercicios de memoria, cf. M. Detienne, Les Maîtres de vérité dans Li Grhe archaïque (1967), Paris, L i Découverte, 1990, pp. 128-129 [traducción castellana; Los maestros de verdad en la Grecia <îr- Cii/Vrt, Madrid, Taurus, 1982]. El manuscrito da un ejemplo de Plutarco; “No se debe destruir una amistad dando pena, sino recurrir a las palabras mordaces como un remedio que salva y preserva aquello a lo que se aplica [ a i r os pharmako to dahiotiti khresthai sozonti kai phylattonti to thcrapeuomenon]" (Plutarco, Comment distinguer le flatteu r de l'ami, 55c, en Œuvres morales, tomo 1-2, traducción de A. Philippon, Paris, Les Belles Lettres, 1989, § 11, p. 98).

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