La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

verdad? ¿Qué es el sujeto de verdad, qué es el sujeto que dice la verdad, etcéte­ ra? Por mi parte, no veo más que dos. No veo más que a Heidegger y Lacan. Personalmente, como deben haberlo advertido, trato de reflexionar en todo eso más por el lado de Heidegger y a partir de Heidegger. Así es. Pero es indudable que desde el momento en que se plantea ese tipo de cuestiones, uno no puede dejar de cruzarse con Lacan. ¿Alguna otra pregunta? [Lepasan un papel.] La pregunta es ésta: En la primera lección, ustedplanteó una rivalidad entre la inquietud de s í y el modelo cartesiano. En las lecciones siguientes, me parece que esa rivalidad no se mencionó más. ¿Por qué? Es curioso que me hagan esta pregunta hoy, porque en realidad había pen­ sado retomar un poco precisamente eso en esta ciase, a propósito de la catárti­ ca, etcétera. Es cierto que es la cuestión fundamental que querría plantear. Esta cuestión, que es a la vez una cuestión histórica y la cuestión de nuestra relación con la verdad, consiste en que, al parecer, desde Platón, desde ese Alcibíades que, a juicio de la tradición platónica, funda toda la filosofía, se plantea el si­ guiente interrogante: ¿Qué precio debo pagar para tener acceso a la verdad? Pre­ cio situado en el sujeto mismo con la forma de: ¿cuál es entonces el trabajo que debo efectuar sobre m í mismo, cuál es la elaboración que debo hacer conmigo mismo, qué modificación debo realizar en mi ser para poder tener acceso a la verdad? Me parece que es un tema fundamental del p latonismo , pero lo es igualmente del pitagorismo, etcétera; puede decirse, creo: de toda la filosofía antigua, con la enigmática excepción de Aristóteles, que de todas maneras siempre constituye una excepción cuando se estudia la filosofía antigua. Un rasgo general, un principio fundamental es que el sujeto en tanto tal, tal como se da a sí mismo, no es capaz de verdad. Y no es capaz de verdad salvo si opera, si efectúa en sí mismo una cantidad de operaciones, una cantidad de transfor­ maciones y modificaciones que lo harán capaz de verdad. Creo que ése es un tema fundamental, en el cual el cristianismo va a encontrar lugar con mucha facilidad, agregándole, desde luego, un nuevo elemento que no aparecía en la Antigüedad y que es que, entre las condiciones, se fija la de la relación con el Texto y la fe en un Texto revelado, cosa que antes, naturalmente, no encontra­ mos. Pero al margen de eso, en toda la filosofía antigua encontramos, por ejem­ plo, la idea de una conversión que es la única capaz de dar acceso a la verdad. Uno no puede tener acceso a ella si no cambia su modo de ser. M i idea, enton­ ces, sería que si tomamos a Descartes como punto de referencia, pero evidente­ mente bajo el efecto de toda una serie de transformaciones complejas, llegó un momento en que el sujeto como tal pudo ser capaz de verdad. Es muy notorio

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