La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

que el modelo de la práctica científica tuvo un papel considerable: basta abrir los ojos, basta razonar sanamente, de manera recta, y sostener la línea de la evi­ dencia en toda su extensión sin soltarla nunca, para ser capaces de verdad. En consecuencia, el sujeto no debe transformarse a sí mismo. Basta con que sea lo que es para tener, en el conocimiento, un acceso a la verdad que está abierto para él por su estructura propia de sujeto. Me parece entonces que en Descartes tenemos este aspecto de una manera muy clara, y en Kant, si quieren, el giro complementario en espiral consistente en decir: lo que no somos capaces de co­ nocer constituye precisamente la estructura misma del sujeto cognoscente, que hace que no podam os conocerlo. Y por consiguiente, la idea de una cierta transformación espiritual del sujeto, que le dé por fm acceso a algo a lo cual, justamente, no tiene acceso por el momento, es quimérica y paradójica. La li­ quidación de lo que podríamos llamar la condición de espiritualidad para el ac­ ceso a la verdad se hace entonces con Descartes y con Kant; Kant y Descartes me parecen los dos grandes momentos. — Lo que me sorprende un poco es la impresión de que antes de Descartes no hubo más que la aparición fu gaz de Aristóteles, pero que no existió una especie de continuidad... — Entonces, existió Aristóteles. Existió -creo que lo mencioné en la primera clase- el problema de la teología.^ La teología es precisamente un tipo de cono­ cimiento de estructura racional que permite al sujeto -en cuanto sujeto racio­ nal y solamente en cuanto sujeto racional- tener acceso a la verdad de D ios, sin condición de espiritualidad. Tuvimos a continuación todas las ciencias empíri­ cas (ciencias de observación, etcétera). Tuvimos la matemática, en fin, toda una multitud de procesos que actuaron. Vale decir que la escolástica, de una mane­ ra general, era ya un esfuerzo para eliminar la condición de espiritualidad que se había planteado en toda la filosofía antigua y todo el pensamiento cristiano (San Agustín y así sucesivamente). Supongo que ven qué quiero decir. — En esos dos re^menes de la verdad de los que usted habla, entre los cuales el momento cartesiano efectúa la división en la historia (el primero que exige toda una transformación del sujeto, etcétera, y el segundo, en el que el sujeto es capaz por s í mismo de acceder a la verdad), ¿se trata de la misma verdad en ambos casos? Es decir, una verdad puramente del orden del conocimiento y una verdad que implica todo un trabajo sobre el sujeto mismo, ¿son la misma verdad? — No , de ningún modo. Sí, usted tiene mucha razón porque entre todas las transformaciones que hubo, está la concerniente a lo que llamo la condición de

^ C f. la clase del 6 de enero, segunda hora.

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