La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

estamos tan bien protegidos como es posible y somos totalmente independien­ tes. La makariotes es la certeza de esa independencia con respecto a los males. Y esta independencia con respecto a los males nos es asegurada por una serie de cosas, entre ellas, ésta: de la existencia de nuestros amigos no recibimos tanto una ayuda real como la certidumbre y la confianza que podemos recibir de esa ayu­ da. En ese momento, la conciencia de la amistad, saber que estamos rodeados de amigos y que éstos tendrán para con nosotros la actitud de reciprocidad que res­ ponde a la amistad que mostramos hacia ellos, constituye una de las garantías de nuestra dicha. La sabiduría se rodea de amigos en la medida en que, al ser su ob­ jetivo instalar al alma en un estado de makariotes -p o r lo tanto, en un estado que depende de la ataraxia, es decir, de la ausencia de perturbaciones-, encontramos en esos amigos y en la confianza que depositamos en su amistad una de las ga­ rantías de esa ataraxia y esa falta de perturbaciones. Com o verán, en esta con­ cepción de la amistad epicúrea tenemos el mantenimiento hasta el final del prin­ cipio de que, en la amistad, no se busca otra cosa que a uno m ismo o su propia dicha. La amistad no es más que una de las formas que se da a la inquietud de sí. Cualquier hombre que tenga realmente inquietud de sí debe hacerse de ami­ gos. Estos amigos aparecen de vez en cuando dentro de la red de los intercam­ bios sociales y de la utilidad. Esta utilidad, que es una ocasión de la amistad, no debe borrarse. Hay que mantenerla hasta el final. Pero lo que va a dar su fiin- ción a esta utilidad dentro de la dicha es la confianza que depositamos en nues­ tros amigos, que son capaces de reciprocidad para con nosotros. Y la reciproci­ dad de estas conductas hace que la amistad figure como uno de los elementos de la sabiduría y la dicha. Advertirán, entonces, la articulación compleja entre utili­ dad y deseabilidad, entre la reciprocidad de la amistad y la singularidad de la d i­ cha y la calma que me asegura. Com o ven, la amistad es por entero del orden de la inquietud de sí, y ésta es lo que motiva a tener amigos. Pero la utilidad que sa­ camos de nuestra amistad y, por consiguiente, la utilidad que nuestros amigos sacan de la que les profesamos son un plus en la búsqueda de la amistad por sí misma. Podrán darse cuenta de esta localización de la relación de reciprocidad (utilidad de uno para los otros y de los otros para uno) dentro del objetivo gene­ ral de la salvación de sí mismo y la inquietud de sí. Por decirlo de algún modo, es la figura inversa de la reciprocidad platónica de la que les hablaba hace un ra­ to,^ cuando, para Platón, había que preocuparse por uno mismo para los otros y eran éstos quienes, en la comunidad formada por la ciudad, nos aseguraban nuestra salvación. Ahora, la amistad epicúrea se mantiene dentro de esa inquie-

^ C f. la primera hora de esta clase, supra, p. 180.

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