La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

tud de sí e incluye como garantía de la ataraxia y la dicha la necesaria reciprocidad de las amistades. Hasta aquí lo que se refiere a la amistad epicúrea. En segundo lugar, segunda indicación de esta inversión de las relaciones en­ tre salvación de sí y salvación de los otros: la concepción estoica del hombre co­ mo ser comunitario.'® Y ésta la encontramos desarrollada muy fácilmente en una serie de textos. Vamos a tomar a Epicteto como ejemplo. En él, la concep­ ción del lazo entre inquietud de sí e inquietud por los otros se desarrolla en dos niveles. Primero, en un nivel natural. Es la concepción del lazo providencial. En efecto, dice Epicteto, el orden del mundo está organizado de tal manera que to­ dos los seres vivos, cualesquiera sean (los animales, los hombres, no importa), buscan su propio bien. Ahora bien, la Providencia, Zeus, el D ios, la racionalidad del mundo, etcétera, han hecho de modo tal que cada vez que uno de esos seres vivos, cualquiera sea, busca su propio bien, hace al mismo tiempo y por eso mis­ mo, sin quererlo ni buscarlo, el bien de los otros. La tesis se explica con mucha claridad en la plática 19 del libro 1: “Zeus dispuso la naturaleza del animal racio­ nal de tal suerte que no pudiese obtener ningún bien particular sin ocasionar la utilidad común. Así, no es antisocial [akoinoneton] hacerlo todo para sí mismo [panta hautou henekapoiein]"}^ En consecuencia, hacer todo para sí mismo no es asocial, no es antisocial. Ustedes me dirán que en ese texto es Zeus quien d is­ puso la naturaleza del animal racional. [...]* [Pero, en términos más generales, Epicteto establece el lazo] natural de la búsqueda egoísta de lo que es útil o in­ dispensable para cada uno con la utilidad para los otros. Segundo, y por otra parte, ese lazo está transpuesto cuando se trata del ser racional propiamente d i­ cho y del ser humano. En ese momento, el lazo se establece en un nivel reflexivo. En efecto, según Epicteto, como saben, si los animales buscan su propio bien y lo consiguen, no lo consiguen porque se hayan ocupado de sí m ismos. Uno de los aspectos de la Providencia consiste, justamente, en haber previsto que los animales no sólo hicieran el bien de los otros al procurar su propio bien sino que, para hacer este último, no tuviesen que ocuparse de sí m ismos.'^ Fueron dotados de una serie de ventajas como, por ejemplo, la piel que les permite no C f., por ejemplo, los textos clásicos de Cicerón (Tratado de los deberes, 111, V) o Marco Aurelio (Meditaciones, V, 16 y v i, 54). Epicteto, Entretiens, 1, 19, 13-15. ob. cit., p. 74. Sólo se escucha: “desdichadamente, me olvidé la referencia; si quieren, la doy la vez que viene” . “Los animales no existen para sí mismos sino para servir, y por eso no habría sido ventajoso crearlos con todas esas necesidades. Piensa un poco qué molesto nos resultaría velar no sólo so­ bre nosotros mismos sino también sobre nuestras ovejas y nuestros asnos” (ibíd., 16, 3, p. 61). C f. cí análisis de este texto en la clase del 24 de marzo, primera hora.

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