La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

porque era emperador, y “ocuparse de sí” . ’ *^Como muy bien saben, en las Medi­ taciones de Marco Aurelio —ese texto que llamamos Meditaciones—}^ las referen­ cias muy directas al ejercicio del poder imperial son relativamente escasas; y de hecho, cuando habla de ello, siempre lo hace acerca de cuestiones que son, en cierto modo, asuntos cotidianos. Tenemos, por ejemplo, el largo y famoso desarro­ llo sobre la manera de recibir a los otros, de hablar al subordinado, de relacionar­ se con quienes acuden a hacer una solicitud, etcétera. Y en ese extenso pasaje Marco Aurelio no pretende en modo alguno resaltar las tareas específicas del Príncipe. Pero propone, como regla de conducta con respecto a los otros -subo r­ dinados, solicitantes, etcétera-, reglas que podrían ser absolutamente comunes al Príncipe y a cualquier otra persona. El principio general de conducta, para quien quiere ser Príncipe como quiere serlo Marco Aurelio, es precisamente borrar de su comportamiento todo lo que pueda referirse a la especificidad de una tarea principesca, a la especificidad de una cantidad de funciones, privilegios e incluso deberes. Uno debe olvidar que es César, y sólo hará su trabajo, su tarea, sólo cum­ plirá sus obligaciones cesarianas con la condición de comportarse como un hom­ bre cualquiera: “Ten la precaución de no cesarizarte a fondo ni impregnarte de ese espíritu. Mantente por lo tanto simple, honesto, puro, grave, natural, amigo de la justicia, piadoso, benevolente, afectuoso, firme en el cumplimiento de los deberes” .^®Ahora bien, como podrán advertir, todos esos elementos de la buena conducta del Príncipe son los elementos de la conducta cotidiana de un hombre cualquiera. También es muy interesante el pasaje en que Marco Aurelio hace su examen de conciencia de la mañana.’ * Com o saben —volveremos a ello, por lo dem ás- , el examen de conciencia tenía en la práctica estoica, y también en la lb íd . .p p . 110-112. “ Es sumamente probable que. cuando Marco Aurelio escribía lo que hoy llamamos las Meditacio­ nes, no pensara en absoluto en dar un nombre a esas notas sólo destinadas a sí mismo. Por otra parte, en la Antigüedad, de una manera general, mientras un libro no era publicado, por ejemplo, gracias a una lectura pública, el autor nunca le daba un título. [...] El manuscrito dcl Vaticano no da ningún título a la obra del emperador. Algunas recopilaciones de extractos de ella llevan la mención ta kath ' heauton, que podemos traducir como ‘escritos concernientes a sí m ismo ’ o ‘escrito en privado’ , l-i editio princeps propone el cítulo ‘Escrito para sí m ismo ’ {ta eis heauton)" (P. Hadot, La Citadelle intérieurc, París, Fayard, 1992, p. 38). Marco Aurelio, Pensves, VI, 30 , ob. cit., p. 60. Foucault concentrará su análisis en dos pasajes del primer parágrafo del libro V de la-s Medita- cioner. "A la mañana, cuando te cueste despertarte, ten presente este pensamiento: me despierto para hacer obra de hombre. [...] O tros, que aman su oficio, se consumen en los trabajos rela­ cionados con él. sin bailarse ni comer. ¿Estimas tú menos tu naturaleza que el cincelador su ar­ te y el bailarín la danzar" {ibíd., pp. 41-42).

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