La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

C LA S E D E L 6 D E E N E R O D E 1982 - S E G U N D A HO RA

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Eso es lo que quería decirles al respecto. Pasemos ahora a un ejercicio más simple. Volvamos a los textos. No se trata entonces, por supuesto, de que reha­ ga toda la historia de esa noción, esa práctica, esas reglas de la inquietud de sí que mencionaba. Este año, y una vez más con la reserva de mis imprudencias cronológicas y mi incapacidad para sostener un buen uso del tiempo, trataré de aislar tres momentos que me parecen interesantes: el momento socrático plató­ nico, la aparición de la epimeleia heautou en la reflexión filosófica; en segundo lugar, el periodo de la edad de oro de la cultura de sí, el cultivo de sí m ismo, la inquietud de sí mismo, que podemos situar en los dos primeros siglos de nues­ tra era; y después, el paso a los siglos IV y V , paso, en términos generales, de la ascesis filosófica pagana al ascetismo cristiano.^ Primer momento: el momento socrático platónico. Y en esencia, entonces, el texto al que querría referirme es el que consiste en el análisis, la teoría misma de la inquietud de sí; larga teoría que se desarrolla en la segunda parte, en todo el desenlace del diálogo llamado Alcibíades. Antes de empezar a leer un poco este texto, me gustaría recordar dos cosas. Primero, si es cierto que vemos surgir la inquietud de sí en la reflexión filosófica con Sócrates, y en particular con este texto del AlcibíadeSy no hay que olvidar, de todos modos, que el principio “ocu­ parse de sí” -com o regla, como imperativo, imperativo positivo del que se espe­ ra m ucho - no fue. desde el origen y a lo largo de toda la cultura griega, una consigna para filósofos, una interpelación de un filósofo que se dirigía a los jóve­ nes que pasaban por la calle. No es una actitud intelectual, no es un consejo im ­ partido por algunos viejos sabios a algunos jóvenes demasiado apresurados. No. la afirmación, el principio “ hay que ocuparse de sí mismo” era una vieja senten­ cia de la cultura griega. Era, en particular, una sentencia lacedemonia. En un texto, tardío, por lo demás, dado que es de Plutarco, pero que se refiere a una sentencia que era muy notoriamente ancestral y plurisecular, se mencionan unas palabras presuntamente pronunciadas por Alexandrides, un lacedemonio, un es­ partano a quien un día habrían preguntado: pero en fin, ustedes los espartanos son, con todo, un poco extraños. Tienen muchas tierras y sus territorios son in­ mensos, o en todo caso muy importantes. ¿Y por qué no los cultivan ustedes mismos, por qué los entregan a los ilotas? Y Alexandrides habría contestado: pues bien, simplemente para poder ocuparnos de nosotros mismos.® Está claro

^ Esce tercer momento no será elaborado en el curso de este año ni en el del año siguiente. ** “ C om o alguien le preguntara por que confiaban a los ilotas el trabajo de los campos, en vez de ocuparse ellos mismos [kai ouk auioi epimeíounhii], él respondió: ‘Porque no los obtuvimos pa­ ra ocuparnos de ellos, smo de nosotros niismos \ou touton epimelomemi aU ’hauton]’" (Plutarco,

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