La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

si la autoridad que, de tal modo, se les otorga desde un inicio Ies da al mismo tiempo la capacidad de gobernar como es debido. Se trata, por lo tanto, de un mundo en el cual se cuestionan las relaciones entre el estatus de ios “primeros” y la capacidad de gobernar: necesidad de ocuparse de sí m ismo en la medida en que hay que gobernar a los otros. Primer círculo, primer elemento del con­ texto. El segundo elemento, desde luego vinculado al primero, es el problema de la pedagogía. Es la crítica, también ella tan habitual en los diálogos socráticos, de la pedagogía, en sus dos formas. Crítica, claro está, de la educación, de la práctica educativa en Atenas, comparada, con gran desventaja para los atenien­ ses, con la educación espartana, que tiene en su favor el rigor constante, la vi­ gorosa inserción dentro d e reglas colectivas. La educación ateniense también se compara -e s to es más extraño y menos frecuente en los diálogos socráticos, y más característico de los últimos textos platónicos-, igualmente en su desme­ dro, con la sabiduría oriental, la sabiduría de los persas que saben dar, al menos a sus jóvenes príncipes, los cuatro grandes maestros necesarios, los cuatro gran­ des maestros que son capaces de enseñar las cuatro virtudes fundamentales. És­ ta es una de las vertientes de la crítica de las prácticas pedagógicas en Atenas. Su otro aspecto es, por supuesto, la crítica de la manera como transcurre y se des­ arrolla el amor entre hombres y muchachos. En Atenas, el amor por los varones jóvenes no es capaz de honrar la misión formativa susceptible de justificarlo y fundarlo.* Los adultos, los hombres, persiguen a los jóvenes mientras éstos go­ zan del esplendor de su juventud. Pero da la casualidad que los abandonan en la edad crítica en que, precisamente, salidos ya de la infancia y tras haber escapa­ do a la conducción, a las lecciones de los maestros de escuela, necesitarían un guía para formarse en esa otra cosa, esa cosa nueva para la cual su maestro no los preparó en absoluto: el ejercicio de la política. Necesidad, por consiguiente, a causa de esa doble falta de la pedagogía (escolar o amorosa), de ocuparse de sí. Y esta vez, si quieren, la cuestión del “ocuparse de sí mismo” (de la epimeleia heautou) ya no está ligada a la de “gobernar a los otros” , sino a la de “ser gober­ nado” . A decir verdad, podrán ver que estas cuestiones se vinculan unas a otras: ocuparse de sí para poder gobernar; y ocuparse de sí en la medida en que uno no ha sido gobernado lo suficiente y como es debido. “Gobernar” , “ser gober­ nado” , “ocuparse de sí” : tenemos aquí una secuencia, una serie cuya historia va

' Sobre la pederastía como educación, cf. el antiguo enfoque de H.-I. Marrou, en su Histoire de l'éducation dans lAntie^uitéy París, Seuil, 1948, primera parte, capítulo 111 [traducción castella­ na: Historia de ta educación en Lt Antigüedad, Madrid, Akal, 1985]-

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