La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

lugar, los ritos de purificación: no se puede tener acceso a los dioses, no se pue­ de practicar sacrificios, no se puede escuchar al oráculo y entender qué dice, no se puede aprovechar un sueño que va a esclarecernos porque nos transmite sig­ nos ambiguos pero descifirables: nada de esto puede hacerse si antes uno no se ha purificado. La práctica de la purificación, como rito necesario y previo a! contacto, no sóio con ios dioses sino [con] lo que éstos pueden decirnos de ver­ dadero, es un tema extremadamente corriente, conocido y atestiguado durante mucho tiempo en la Grecia clásica y aun en la Grecia helenística, y en definiti­ va en todo el mundo romano. Sin purificación no hay relación con la verdad en poder de ios dioses. Otras técnicas (cito un poco ai azar, no hago en absolu­ to un estudio sistemático, claro está): las técnicas de concentración del alma. Ei alma es algo móvil. El alma, el aliento, son algo que puede agitarse, sobre lo cual el exterior puede tener influjo. Y hay que evitar que el alma, el aliento, ei pneuma se disperse. Hay que evitar que se exponga al peligro exterior, que algo o alguien externo le haga mella. Hay que evitar que en ei momento de la muerte se disperse de ese modo. Es preciso, por lo tanto, concentrar ese pneuma, esa alma, reunirlos, concentrarlos, recogerlos en sí mismos, para darles un modo de exis­ tencia, una solidez que les permita permanecer, durar, resistir a lo largo de toda la vida y no dispersarse una vez que llegue el momento de la muerte. O tra téc­ nica, otro procedimiento que compete a esas tecnologías del yo: la técnica de la retirada, para la cual hay una palabra que, como saben, va a tener una suerte considerable en toda la espiritualidad occidental: la palabra anakhoresis (la ana- coresis). La retirada, entendida en esas técnicas arcaicas de sí, es una manera de­ terminada de apartarse, de ausentarse -p e ro de ausentarse in situ- del mundo dentro del cual estamos situados: en cierto modo, cortar el contacto con el mundo exterior, no experimentar ya las sensaciones, no agitarnos ya por todo lo que pasa a nuestro alrededor, actuar como si ya no viéramos y, efectivamen­ te, no ver ya lo que está presente, ante nuestros ojos. Es una técnica, por decirlo así, de la ausencia visible. Siempre estamos ahí, visibles a la mirada de los otros. Pero estamos ausentes, en otra parte. Cuarto ejemplo (reitero que no son más que ejemplos): la práctica de la resistencia que, por lo demás, está ligada a esa concentración del alma y la retirada {anakhoresis) hacia sí m ismo, que hace que sea posible o bien soportar las pruebas más dolorosas y duras o bien resistir, una vez más, las tentaciones que puedan presentarse. Todo este conjunto de prácticas y muchas otras más existían, por lo tanto, en la civilización griega arcaica. Durante mucho tiempo siguen encontrándose huellas de ellas. Por otra parte, en su mayoría ya se habían integrado a un m o­ vimiento espiritual, religioso o filosófico que es bien conocido: el pitagorismo,

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