La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

bastante diferente de lo que encontramos en otros lugares. En efecto, a partir del momento en que en ei Alcibíades se dice: “aquello de lo que hay que ocu­ parse es del alma, la propia alma” , podríamos imaginar que, en el fondo, esta­ mos muy cerca de lo que se afirma en la República. Ei Alcibíades podría ser, en cierto modo, la forma inversa de la República, en la cual, como saben, los inter­ locutores, al preguntarse qué es la justicia, en qué consiste para un individuo ser justo, descubren muy pronto que no tienen respuesta y, pasando de las le­ tras minúsculas de la justicia tal como están inscriptas en el individuo, se refie­ ren a las letras mayúsculas de la ciudad para leer y descifrar mejor en qué puede consistir la justicia: quiero saber qué es la justicia en el alma del individuo; vamos a ver qué es en la ciudad.^® Pues bien, podríamos imaginar que el rumbo del Alcibíades es, en cierto modo, el mismo pero invertido; vale decir que los inter­ locutores de ese diálogo, al procurar saber qué es gobernar bien, en qué consiste la buena concordia en la ciudad, qué es un gobierno justo, se interrogan sobre la naturaleza del alma y van a buscar en el alma individua! el analogon y el mode­ lo de la ciudad. Las jerarquías y las funciones del alma podrían , después de todo, ilustrarnos con claridad sobre la cuestión planteada con respecto al arte de gobernar. Ahora bien, las cosas no suceden en absoluto así en el diálogo. H ay que ver cómo llegan Sócrates y Alcibíades, en su discusión, a esta definición (evidente pero, después de todo, acaso paradójica) del sí m ismo como alma. D e una ma­ nera que es muy significativa, el análisis que va a conducirnos de la pregunta “ ¿qué es yo mismo?” a la respuesta “soy mi alma” , ese movimiento, comienza con un pequeño paquete de cuestiones que, si lo prefieren, resumiré como si­ g u e .C u a n d o se dice; “ Sócrates habla a Alcibíades” , ¿qué quiere decir esto? La respuesta está dada: quiere decir que Sócrates se vale del lenguaje. Este sencillo ejemplo es al mismo tiempo muy significativo. La cuestión planteada es la del “Si se hiciera leer desde lejos a personas que no gozan de buena vista letras escritas en pequeños caractcres, y una de ellas advirtiera que las mismas letras están escritas en otra parte en caracteres más grandes y una superficie más amplia, presumo que lo más ventajoso les sería leerlas antes en tos caracteres grandes y examinar a continuación los pequeños [...]. Bien podría haber una justi­ cia más grande en la superficie más amplia, y por eso más fácil de discernir. Por lo tanto, si os parece bien, examinaremos ante codo la naturaleza de la justicia en los estados; a continuación, la estudiaremos en los individuos, tratando de encontrar la similitud de la grande en los rasgos de la pequeña” (Platón, La République, libro II. 368d y 369a, en Œuvres complètes, tomo V I , traducción de E. Chambry, Paris, Les Belles Lettres, 1932. pp. 64-65 [traducción castellana: República, Buenos Aires, Eudeba, 1977]). Platón, Alcibiade, 129b-130c, en ob. cit., pp. 102-104.

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