La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
sujeto. “ Sócrates habla a Alcibíades” : ¿qué quiere decir esto?, dice Sócrates; esto es: ¿cuál es el sujeto supuesto cuando sc evoca esa actividad de habla que es la que emprende Sócrates con respecto a Alcibíades? Se trata, por consiguiente, de trasladar a una acción hablada el hilo de una distinción que permitirá aislar, distinguir al sujeto de la acción y el conjunto de los elementos (las palabras, los ruidos, etcétera) que constituyen esa misma acción y permiten efectuarla. En suma, se trata, si así lo quieren, de poner de manifiesto al sujeto en su irreducti- bilidad. Y vamos a ver que esta especie de hilo que la pregunta socrática introduce entre la acción y el sujeto se utiliza, se aplica, en cierta cantidad de casos, casos que son fáciles y evidentes y que permiten distinguir, en una acción, al sujeto de todos los instrumentos, las herramientas, los medios técnicos que él puede po ner en juego en una acción. De ese modo resulta fácil establecer, por ejemplo, que en el arte de la zapatería, están por un lado los instrumentos, como la chai ra; y por el otro, quien se vale de esos instrumentos, el zapatero. En la música tenemos el instrumento (la cítara) y tenemos al músico. El músico es quien se vale de los instrumentos. Pero lo que parece muy simple cuando se trata de ac ciones, por decirlo así, “con mediaciones instrumentales” , también puede valer cuando se intenta examinar, ya no una actividad instrumental sino un acto que sucede en el cuerpo mismo. Por ejemplo, cuando movemos las manos para ma nipular algo, ¿qué hacemos? Pues bien, tenemos las manos y además a quien las utiliza: el elemento, el sujeto que se vale de ellas. Cuando miramos algo, ¿qué hacemos? Nos valemos de los ojos, es decir que hay un elemento que se sirve de ellos. De una manera general, cuando el cuerpo hace algo es porque hay un ele mento que lo utiliza. Pero ¿cuál es ese elemento que utiliza el cuerpo? Desde lue go, no es el cuerpo mismo: el cuerpo no puede servirse de sí mismo. ¿Diremos, entonces, que quien se vale del cuerpo es el hombre, el hombre entendido como un compuesto de alma y cuerpo? Indudablemente no. Puesto que, aun a título de simple componente, aun si suponemos que está junto al alma, el cuerpo no puede ser, ni siquiera en concepto de adyuvante, lo que se vale del cuerpo. Por lo tanto, ¿cuál es el único elemento que, en efecto, se vale del cuerpo, de sus partes, de sus órganos, y por consiguiente de sus instrumentos, y en defi nitiva va a valerse del lenguaje? Pues bien, es el alma, y no puede ser más que el alma. Por ende, el sujeto de todas esas acciones corporales, instrumentales, lin güísticas, es el alma: el alma en cuanto utiliza el lenguaje, los instrumentos y el cuerpo. De modo que así llegamos al alma. Pero como podrán ver, esta alma, a la cual llegamos mediante el curioso razonamiento en torno dcl “valerse de” (dentro de un momento volveré a la cuestión de la significación del “valerse de”), no tiene nada que ver con, por ejemplo, el alma prisionera del cuerpo y a
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