La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

mediante la recuperación y la reintegración de varias de esas técnicas previas, ar­ caicas, preexistentes, en ordenarlas y subordinarlas al gran principio dei “conócete a ti mismo” . Para conocerse hay que replegarse en sí mismo; para conocerse, hay que apartarse de ias sensaciones que nos engañan; para conocerse hay que fijar el alma en una inmovilidad que no permita la influencia de los acontecimientos exteriores, etcétera. Todo eso debe y puede hacerse, a la vez, para conocerse y en la medida en que uno se conoce a sí mismo. Habrá, por lo tanto, una reorgani­ zación general, me parece, de todas esas técnicas alrededor del “conócete a ti m ismo” . En todo caso, aquí, en este texto, en el cual todas esas técnicas previas, esas técnicas del yo no se mencionan, podemos decir que ni bien se abre el espacio de la inquietud de sí y el yo, el sí mismo, se define como alma, todo el es­ pacio así abierto queda cubierto por el principio del “conócete a ti mismo” . Es, puede decirse, un golpe de fuerza del gnothi seauton en el espacio abierto por la inquietud de sí. Cuando digo “golpe de fuerza” , es evidentemente una alusión un poco metafórica. Com o recordarán, la vez pasada - y en el fondo, de esto tra­ taré de hablarles este año—mencioné los problemas, difi'ciles y de gran alcance histórico, entre el gnothi seauton (el conocimiento de sí mismo) y la inquietud de sí. Y me pareció que la filosofía moderna -p o r razones que intenté identificar en lo que llamé, un poco en broma aunque no sea gracioso, el “momento carte­ siano”- se había visto en la necesidad de poner todo el acento en el gnothi seau­ ton, y por consiguiente olvidar, dejar en la sombra, marginar un poco la cuestión de la inquietud de sí. Y por lo tanto, es esta inquietud la que querría hacer resur­ gir este año, con respecto al privilegio acordado durante tanto tiempo al gnothi seauton (al autoconocimiento). Si hago reaparecer así la inquietud de sí, no es en absoluto para decir que el gnothi seauton no existió, no tuvo importancia o sólo disfrutó de un papel subordinado. D e hecho, lo que querría señalar (y aquí tene­ mos un soberbio ejemplo de ello) es el entrelazamiento del ^ o t h i seauton y de la epimeleia heautou (del “conócete a ti m ismo” y 1a inquietud de sí). Al respecto, a lo largo de todo el texto vemos el entrelazamiento de dos cosas: al recordar a Al­ cibíades que haría bien en contemplarse un poco a sí mismo, se lo induce a de­ cir: “sí, es cierto, es preciso que me preocupe por mí m ismo” ; luego, una vez que Sócrates postuló este principio y que Alcibíades lo aceptó, [el problema] se plan­ tea de nuevo; “hay que conocer bien ese sí mismo del que hay que ocuparse” : y ahora, por tercera vez, cuando se observa en qué consiste la inquietud, vuelve a encontrarse el gnothi seauton. Tenemos un entrelazamiento dinámico, una atrac­ ción recíproca del gnothi seauton y la epimeleia heautou (conocimiento de sí e in­ quietud de sí). Ese entrelazamiento, esa atracción recíproca son, creo, caracterís­ ticos de Platón. Los reencontraremos en toda la historia del pensamiento griego,

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