La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

helenístico y romano; desde luego que con equilibrios diferentes, relaciones dife­ rentes, el acento puesto unas veces en uno y otras en la otra, y también una dis­ tribución de los momentos entre autoconocimiento e inquietud de sí que van a ser diferentes en los diversos pensamientos con que nos topemos. Pero creo que el entrelazamiento es muy importante y ninguno de los dos elementos debe des­ cuidarse en beneficio del otro. Volvamos entonces a nuestro texto y a la triunfante reaparición, por tercera vez, del gnothi seauton: ocuparse de sí mismo es conocerse. Una pregunta, claro está: ¿como es posible conocerse a sí mismo, en qué consiste ese conocimiento? Aquí damos con un texto que tiene, en los otros diálogos de Platón, una serie de ecos, sobre todo en los diálogos tardíos, y que es la metáfora, bien conocida y a menudo utilizada, de los o jo s7 Si queremos saber de qué manera el alma -d ad o que ahora sabemos que es el alma la que debe conocerse a sí m ism a- puede conocerse a sí misma, pues bien, tomemos el ejemplo del ojo. Cuando los ojos pueden verse, ¿en qué condiciones lo hacen, y cómo? Bueno, cuando per­ ciben la imagen de sí mismos que les devuelve un espejo. Pero el espejo no es la única superficie de reflexión para unos ojos que quieran mirarse a sí mismos. Después de todo, cuando los ojos de una persona se miran en los ojos de otra, cuando unos ojos se miran en otros ojos absolutamente semejantes a ellos, ¿qué ven en esos ojos del otro? Se ven a sí mismos. Por lo tanto: una identidad de naturaleza es la condición para que un individuo pueda conocer lo que él mis­ mo es. La identidad de naturaleza es, por así decirlo, la superficie de reflexión en la que el individuo puede reconocerse, saber qué es. En segundo lugar, cuando los ojos se perciben de tal modo en los ojos de otro, ¿se ven en los ojos en gene­ ral o, más bien, en el elemento particular de éstos que es la pupila, elemento en el cual y por el cual se efectúa el acto mismo de la visión? En realidad, el ojo no se ve en el ojo. El o jo se ve en el principio de la visión. Vale decir que el acto de la visión, que permite a los ojos captarse a sí mismos, sólo puede efectuarse en otro acto de ia visión, la que encontramos en los ojos de otro. Bueno, esta com ­ paración, que es muy conocida, ¿qué dice, aplicada al alma? Dice que el alma sólo se verá al dirigir la mirada hacia un elemento que sea de su misma natura­ leza, y más precisamente: al mirar el elemento de la misma naturaleza que el alma, al dirigir, aplicar su mirada al principio mismo que constituye su naturale­ za, es decir, el pensamiento y el saber {to phronein, to eidenai)^ Al volverse hacia

^ C f. uno de los últimos desarrollos en ibíd., 132d-I33c , pp. 108-110. " Ibíd,, 133c. p. 109.

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