La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
divino para reconocerse a sí mismo: hay que conocer lo divino para reconocerse a sí mismo. Entonces, a partir de aih', creo que podemos deducir rápidamente el final del texto, tal como se desarrolla. Al dar acceso a ese conocimiento de lo divino, el movimiento mediante el cual nos conocemos a nosotros mismos, en la gran inquietud que tenemos por nosotros mismos, va a permitir, por lo tanto, que el alma alcance la sabiduría. Una vez que esté en contacto con lo divino, una vez que lo haya captado, que haya podido pensar y conocer ese principio de pensa miento y conocimiento que es lo divino, el alma estará dotada de sabiduría {sophrosyne). Y una vez dotada de sophrosyne, podrá volver al mundo de aquí abajo. Sabrá distinguir el bien del mal, lo verdadero de lo falso. El alma sabrá, en ese momento, comportarse como corresponde y, al saber comportarse como corresponde, sabrá gobernar la ciudad. Resumo muy brevemente un texto que es un poco más largo, pero querría llegar enseguida a lo que es la última o, mejor di cho, la penúltima réplica del texto, en una reflexión que encontramos en 135e y que es interesante. Estamos nuevamente aquí abajo y, apoyados en el autoconocimiento, que es el conocimiento de lo divino, que es el conocimiento de la sabiduría y la regla para conducirse como corresponde, sabemos ahora que podremos gobernar y que quien haya hecho ese movimiento de ascensión y descenso podrá ser un gobernante de calidad para su ciudad. Entonces Alcibíades hace una promesa. ¿Qué promete, al término de este diálogo en el cual lo han incitado, de manera tan apremiante, a ocuparse de sí mismo? ¿Qué promesa hace a Sócrates? Le dice esto -e s exactamente la penúltima réplica, la última de Alcibíades, a la que se guirá una reflexión de Sócrates-: sea como fijere, es asunto resuelto, desde este momento voy a empezar a epimelesthai, a “consagrarme” , a “preocuparme por” . . . ¿mí mismo? No: “por la justicia” {clikaiosynes). Lo cual puede parecer paradójico, habida cuenta de que el conjunto del diálogo, y en todo caso la segunda parte del movimiento del diálogo, concernía a la inquietud de sí, la necesidad de ocu parse de sí. Y he aquí que en et momento en que el diálogo termina, Alcibíades, que está convencido, se compromete a ocuparse de la justicia. Pero podrán ver que, justamente, no hay diferencia. O , mejor, ése fue el beneficio del diálogo y el efecto de su movimiento: convencer a Alcibíades de que debe ocuparse de sí mismo; definir para él aquello de que debe ocuparse: el alma; explicarle cómo debe ocuparse de su alma: dirigiendo su mirada hacia lo divino, en lo cual se en cuentra el principio de la sabiduría, [de tal modo que] cuando se mire a sí mis mo, descubrirá lo divino en él; y descubrirá, por consiguiente, la esencia misma de la sabiduría {dikaiosyne) o, a la inversa, cuando dirija su mirada a la esencia de
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