La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)

pecie de reescritura del diálogo a partir de cierto momento en la vejez de Pla­ tón o, en el límite, acaso después de su muerte: dos elementos que estarían uni­ dos; de algún modo, dos estratos en el texto, que interferirían y que, en un m o­ mento dado, se unirían en el diálogo mediante costurones. D e todos modos, como no es de mi incumbencia, como no es mi objetivo discutir todo esto, lo que me interesa y me parece muy fascinante en ese diálogo es que, en el fondo, vemos en él el trazado de todo un rumbo de la filosofía de Platón, desde la in­ terrogación socrática hasta los elementos que parecen muy próximos al último Platón e incluso al neoplatonismo. Lo cual hace que la presencia, y quizá la in­ serción de ese texto fraguado que cita Eusebio de Cesarea, en el fondo no des­ entone dentro de ese gran movimiento, en el que es el propio platonismo en su trayectoria el que, aun sin estar presente en todos sus elementos, indica al me­ nos lo esencial de su curva. Ésa es la primera razón por la cual este texto me parece interesante. Por otra parte, a partir de ahí y de esa gran trayectoria, me parece que pode­ mos aislar cierta cantidad de elementos que plantean bastante bien una cuestión, ya no la propiamente platónica de la epimeleia heautou sino la de la historia pura de esta noción, sus prácticas, su elaboración filosófica en el pensamiento griego, helenístico y romano. Por un lado, en este texto vemos aparecer con mucha cla­ ridad una serie de cuestiones: relación con la acción política, relación con la pe- dagogía, relación con la erótica de los varones jóvenes. Cuestiones que, en su formulación y en la solución aquí propuesta, son típicas, desde luego, del pensa­ miento socrático platónico, pero que vamos a reencontrar de una manera casi continua en la historia del pensamiento grecorromano, y esto hasta los siglos II y III d .C . , con la salvedad, simplemente, de soluciones o una formulación de los problemas un poco diferentes. En primer lugar: relación con la acción política. En Sócrates, en el diálogo del Alcibíades, como recordarán, resulta muy claro que la inquietud de sí es un imperativo que se propone a quienes quieren gobernar a los otros, y como res­ puesta a la pregunta “ ¿Cómo se puede gobernar bien?” . Preocuparse por sí mis­ mo es un privilegio de los gobernantes y, al mismo tiempo, un deber de éstos, puesto que tienen que gobernar. Será muy interesante ver cómo este imperativo de la inquietud de sí va a generalizarse, en cierto modo, para convertirse en un imperativo “para todo el mundo” , pero pongo enseguida “todo ei mundo” en­ tre comillas. Va a haber una generalización de este imperativo -trataré de mos­ trárselos la próxima vez—, pero una generalización que, con todo, es muy par­ cial, y para la cual hay que tener en cuenta dos limitaciones considerables. La primera, desde luego, es que para ocuparse de sí, es preciso [además] tener ca­

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