La hermenéutica del sujeto curso en el Collège de France (1981-1982)
verdad permita, al mismo tiempo, reconocer lo que puede haber de divino en uno mismo. Conocerse, conocer lo divino, reconocer lo divino en uno mismo: creo que esto es fundamental en la forma platónica y neoplatónica de la inquie tud de sí. N o encontraremos estos elementos -en todo caso, no los encontrare mos así distribuidos y organizados—en las otras formas [de la inquietud de sí], epicúrea, estoica y ni siquiera pitagórica, pese a todas las interferencias que haya podido haber a posteriori entre los movimientos neopitagóricos y neoplatónicos. D e todos modos, creo que a partir de allí se puede comprender una serie de aspectos de la gran “paradoja del platonismo” en la historia del pensamiento, no sólo en la historia del pensamiento antiguo sino en la del pensamiento europeo, por lo menos hasta el siglo XVII. Esa paradoja es ésta: por un lado, el platonismo fue el fermento - y hasta podemos decir que fue el fermento principa l- de d i versos movimientos espirituales, en la medida, en efecto, en que sólo concebía el conocimiento y el acceso a la verdad a partir de un autoconocimiento, que era reconocimiento de lo divino en uno mismo. A partir de ese momento, podrán ver con claridad que, para el platonismo, el conocimiento, el acceso a la verdad no podían darse sino en las condiciones de un movimiento espiritual del alma en relación consigo misma y con lo divino: relación con lo divino por estar re lacionada consigo misma, relación consigo misma porque tenía relación con lo divino. Esta condición de relación consigo mismo y lo divino, de relación con sigo mismo como divino y de relación con lo divino como sí mismo, fue para el platonismo una de las condiciones de acceso a la verdad. Y en esa medida se comprende que haya sido constantemente el fermento, el suelo, el clima, el pai saje de toda una serie de movimientos espirituales, en el corazón o, si lo prefie ren, en la cumbre de los cuales se ubican, desde luego, los movimientos gnósti cos. Pero al m ism o tiempo verán cóm o pudo el p la ton ism o ser también constantemente el clima de desarrollo de lo que podríamos llamar una “raciona lidad” . Y en la medida en que no tiene sentido oponer, como si fueran dos cosas del mismo nivel, la espiritualidad y la racionalidad, diré que el platonismo fue más bien la atmósfera perpetua en la cual se desarrolló un movimiento de cono cimiento, conocimiento puro sin condición de espiritualidad, puesto que lo pro pio del platonismo es, precisamente, mostrar que todo el trabajo que uno hace sobre sí mismo, todo los cuidados que debe darse si pretende tener acceso a la verdad, consisten en conocerse, es decir, conocer la verdad. Y en esa dimensión, el autoconocimiento y el conocimiento de la verdad (el acto de conocimiento, el camino y el método del conocimiento en general) van, en cierto modo, a ab sorber, a reabsorber en ellos las exigencias de la espiritualidad. De modo que el platonismo va a realizar a lo largo de toda la cultura antigua y la cultura europea.
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