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condiciones económicas favorables, limitan y dificultan la integración y participación
exitosa dentro del sistema económico.
Por otra parte, Larissa Lomnitz (1975), ha contribuido al estudio de las redes,
demostrando cómo las redes sociales de los pobladores de asentamientos marginales
urbanos en México les permiten sobrevivir sin la ayuda de ahorros, nula capacidad
laboral y precaria infraestructura”. El trabajo de Lomnitz sobre las redes sociales ha
favorecido la generación de un enfoque sobre la marginalidad en las ciencias sociales
a partir de la década del 1950’.
Marcando una diferencia con el trabajo realizado por Lewis, Lomnitz (1975) establece
una distinción entre la categoría de marginalidad y pobreza, señalando que la primera
está definida estructuralmente por una ausencia de un rol económico articulado con
el sistema de producción industrial; la segunda, estaría más reducida a una situación
de escasez de ingresos. Lomnitz concibe la marginalidad como un concepto
estructural; por el contrario, la pobreza posee sólo un aspecto cualitativo. Por ejemplo,
señala la autora, aun cuando un Estado pudiera acabar con la pobreza subsidiando
a la totalidad de ciudadanos, la marginalidad perduraría en tanto “subsisten
importantes sectores que la economía no ha sido capaz de integrar funcionalmente a
su esquema de producción”. (Lomnitz, 19 65:17). Esta idea es lo que fundamenta la
existencia de los sectores marginados en un sentido identitario y territorial en relación
con la conformación de campamentos en Chile, entendiendo que los actores
marginales se constituyen como actores que habitan espacios que tienden a
encontrarse al margen de los procesos económicos y políticos oficiales y, por tanto,
deben fortalecer su organización social para colectivizar sus demandas y hacerse un
espacio en la ciudad.
Habitar la ciudad bajo estas condiciones hostiles propicia la emergencia de
mecanismos de intercambio y el establecimiento de redes de reciprocidad entre los
marginados como respuesta a las condiciones de segregación. En este sentido, la
antropología latinoamericana ha mirado la marginalidad y la segregación
socioespacial como una característica importante de las ciudades, puesto que, “las
reglas que organizan el espacio urbano son básicamente patrones de diferenciación
social y de separación” (Caldeira, 2007:257) en la medida que se “correlaciona un
grupo social (que puede ser definido con base en distintos atributos como la clase, la
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