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En el caso de los campamentos, Skewes ha etnografiado algunas experiencias y

trayectorias de los “beneficiarios de las p olíticas de vivienda, quienes pasan de ser

invasores y ocupantes ilegales a ser deudores del sistema habitacional” (Skewes,

2005:101) El autor, sostiene que “a diferencia de las políticas de vivienda, el diseño

espacial del mundo popular es el fruto de la práctica cotidiana de quienes, al habitar,

generan el espacio habitado” (ibid..106). Esta práctica de habitar está asociada a la

construcción de identidades territoriales, que se “crean y se transforman en fuente de

poder y control cultural cuando los territorios que las cobija son capaces, por su

porosidad, de alimentar y ensanchar el campo de lo posible” (Márquez, 2013:123).

Por otra parte, Gravano sostiene que, en el caso argentino, las reivindicaciones por

la vivienda digna ponen en oposición “el ‘barrio digno’ a la villa miseria”, para el autor,

la transición de la villa al barrio en el caso argentino – o del campamento a la

población/villa en el caso chileno – adquieren un carácter utópico en tanto que, “esta

reivindicación tiene fundamental vigencia también dentro de las villas mismas. La

síntesis se da en consignas como: ‘Esto debe ser un barrio, no una villa’, ‘Nosotros

queremos un barrio, no una villa’. (Gravano, 2003:26).

Sin embargo, estas identidades territoriales, así como la organización social

comunitaria se ven mermadas en el establecimiento de una nueva población o villa

en la formalidad que proporciona un título de dominio. El cambio de vida que implica

el tránsito desde un campamento a una villa o población no implica sólo el traslado

desd e un punto de la ciudad a otro; por el contrario, “es, por sobre todo, el esfuerzo

desplegado desde el Estado para lograr que el componente más marginal de su

población se acomode a la modernidad” (Skewes: 2005:221). Y, “si bien la

espacialidad es la variable más tangible (como límites e identificaciones de lugares

concretos), el barrio no constituye una comunidad o unidad espacial ecológica, natural

ni exclusivamente física.

Aquí radica la importancia de esta investigación, problematizando las categorías de

territorio y territorialidad, la identidad y la organización social de los campamentos y

el registro que ha desarrollado la antropología sobre ellos. De hecho, los estudios

antropológicos sobre el tema coinciden en que los “procesos de relocalización no sólo

fracturaron el espacio urbano, sino también el espacio social de los relocalizados,

quebrantando prácticas de subsistencia y estilos de vida familiares” (Brites, 2010:

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